¡Cuidado! el estrés también es contagioso
En un mundo marcado por la incertidumbre –ya sea por conflictos internacionales, despidos masivos, crisis económicas o simplemente el exceso de información–, sentirse estresado parece inevitable. Pero lo que muchos desconocen es que el estrés no solo se sufre: también se transmite. Y la “contagiosidad” emocional, especialmente amplificada por las redes sociales, es uno de los grandes desafíos invisibles de nuestro tiempo.
“El problema es que tendemos a compartir más lo negativo que lo positivo”, explica Natalia Duque-Wilckens, profesora asistente de biología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, en Estados Unidos. “Y eso genera un efecto contagio, porque somos seres sociales y nos importa lo que les pasa a los demás”.
ESTRÉS, MECANISMO EVOLUTIVO
La respuesta al estrés, esa combinación de sudor frío, insomnio y mente acelerada, tiene orígenes ancestrales. “El estrés evolucionó para ayudarnos a huir de depredadores, no para lidiar con plazos laborales imposibles”, aclara Stephanie Dimitroff, psicóloga social de la Universidad de Montana.
El problema no es el estrés puntual, sino su permanencia. La exposición constante eleva de forma crónica las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, afectando la inmunidad, alterando el estado de ánimo y favoreciendo enfermedades cardiovasculares.
PERO… ¿Y SI EL ESTRÉS NO ES TUYO?
La ciencia ha demostrado que el estrés también es “contagioso”. En animales, por ejemplo, las aves reducen su actividad y evitan el contacto social si un miembro del grupo está alterado. “Si imaginas vivir en un departamento con 5 amigos y 2 están siempre estresados, todos se van a ver afectados”, comenta Hanja Brandl, investigadora del Instituto Max Planck y la Universidad de Konstanz, el Alemania.
En humanos, este contagio ocurre a través de señales visuales como la postura, el tono de voz o la expresión facial. “No es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos”, señala Duque-Wilckens.
Pero así como el estrés puede transmitirse, también puede suavizarse a través de la interacción social. Brandl lo llama “amortiguación social”: un abrazo, una conversación, o incluso estar cerca de alguien en quien confiamos puede disminuir la intensidad de la respuesta al estrés. “Las relaciones sociales de calidad hacen que la vida se sienta más predecible y manejable”, agrega Dimitroff. “Saber que habrá una mano que nos sujete si las cosas van mal cambia todo”.
QUÉ HACER CUANDO TE SIENTES DESBORDADO
Si bien la empatía es valiosa, también puede hacer que absorbamos demasiado. Dimitroff recomienda estar atentos al propio umbral de tolerancia: “Si te sientes desbordado, es importante tomar distancia y reevaluar cuánta energía estás invirtiendo en ciertas relaciones”.
Entre las estrategias para protegerte del estrés ajeno, los expertos coinciden en varias:
- Tomar distancia temporal. Retirarse por un rato de entornos o personas que generan angustia puede ser clave para recuperar el equilibrio.
- Buscar actividades placenteras. “Para mí, salir a la naturaleza, pintar o jugar con mis gatos es lo que me reconecta”, cuenta Duque-Wilckens.
- Cuidar lo que compartes. Antes de reenviar noticias negativas, pregúntate si es realmente útil o si estás amplificando el pánico colectivo. “Hay una línea delgada entre informar y propagar ansiedad”, advierte.
En tiempos de sobrecarga emocional colectiva, aprender a poner límites sin desconectarse es tan importante como ofrecer apoyo. Porque cuidar del otro también implica, primero, saber cómo cuidarse uno mismo.
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