Discutir de forma productiva: un arte que requiere humildad

por | Sep 11, 2023 | El Valor de Vincularse

¿Te has visto enfrascado en esas discusiones que no avanzan y que parecieran no tener salida? Puede que te suene familiar este tipo de conversación con niños o adultos tercos: “Las cosas son así”, “¡No lo son!”, “¡sí lo son!” y así sucesivamente. 

Y la verdad es que esto no solo pasa con niños o personas testarudas. Al prender la televisión es altamente probable encontrarse con debates políticos basados en la misma lógica; discusiones que en realidad no lo son, pues no pretenden proponer o intercambiar ideas, sino, gritar más fuerte que el otro

No hace mucho, el debate político consistía en aplicar la razón y el contexto a los hechos en busca de la verdad. Hoy en día, el método preferido consiste en seleccionar hechos (o inventárselos por completo), y luego esgrimirlos con desdén o sarcasmo para menospreciar a los oponentes. Por supuesto, eso es más fácil que construir una contraargumentación coherente. Pero no contribuye a mejorar la comprensión ni a promover la claridad de pensamiento.

En la Antigua Grecia, donde nació el arte de la discusión y la silogística (el proceso de sacar una conclusión a partir de dos premisas) se acuñó el concepto:

 Quodlibet (quod-li-bet/ kwod-luh-bet)

Su significado es: argumento elaborado, a menudo sobre un tema filosófico o teológico o, también, combinación de melodías musicales independientes y armónicamente complementarias. 

Casi nada es blanco o negro. Aquello que es digno de ser discutido tiene zonas grises con las que tenemos que lidiar. Y, aunque a veces necesitamos simplificar las cosas para entenderlas mejor, esto puede ser un arma de doble filo, porque calificar las cosas como bueno, malo, correcto o incorrecto, daña el pensamiento crítico y perjudica la capacidad de complejizar las cosas. Por último, también nos hace superficiales e intransigentes.

ESTÁ BIEN NO ESTAR DE ACUERDO EN TODO

La segunda definición de quodlibet es especialmente valiosa. La música, que es bella y armoniosa, se compone de elementos que son diferentes pero que se complementan y logran unidad. Al discutir, conectamos ideas distintas, que se intercambian y generan cosas nuevas hasta componer un discurso. Esas cosas nuevas pueden ser imprevistas, lo que muchas veces nos acerca al humor: esa yuxtaposición de ideas que trae cosas inesperadas, absurdas, en fin, chistosas. 

Quizá por eso, según Yonason Goldson en su artículo de Fast Company, la tendencia de la sociedad moderna a clasificar las cosas como blanco o negro coincide con una “pérdida colectiva del humor”. Los comediantes suelen coquetear con los límites de lo socialmente aceptable y, aunque a veces sí vayan demasiado lejos, Goldson dice que es lamentable que hasta la más mínima provocación reciba gritos, insultos y cancelaciones del público. “Crece el consenso de que nuestra menor capacidad para el matiz y el contexto está destruyendo nuestro sentido del humor” reflexiona la escritora.

Ya es bastante malo que la simplificación excesiva defina el mundo de la política. Peor aún es la forma en que las perspectivas políticas se han insinuado en nuestra vida personal y profesional.

NO TE PREOCUPES, PARTE DE UN PENSAMIENTO RACIONAL ES ACEPTAR LAS CONTRADICCIONES

A menudo, el pensamiento racional requiere mantener en la cabeza dos ideas opuestas o contradictorias al mismo tiempo. Algunos ejemplos:

  • Robar está mal, ¿pero si es para salvar una vida?
  • Mentir está mal, ¿pero si la verdad causa un daño indebido?
  • Hablar mal del resto está mal, ¿pero si compartiendo esa información se evitará un daño a alguien?

No es fácil y el razonamiento implica que nos sumerjamos en estos grises. Ese ejercicio es típico de abogados y legisladores, que suelen pensar, antes de discutir, cuáles serán las propuestas de la contraparte y qué contraargumentos plantearán. Solo mirándonos desde los zapatos del otro podremos entender plenamente quiénes somos

Es natural que nuestra personalidad y perspectivas de la vida produzcan prejuicios que definan nuestra forma de ver el mundo. Pero reconocerlo es la clave para lograr una discusión productiva: saber que podemos ser irracionales y ponernos a la defensiva nos ayudará a cultivar una actitud más abierta y dialogante frente a lo nuevo y lo contraintuitivo.

Escuchar respetuosamente. Tomar, analizar y rearmar discursos con ideas nuevas nos ayuda a entender y evaluar mejor nuestras posiciones. El humor también puede ser de gran ayuda: intentar aligerar las cosas es siempre un llamado a bajar la tensión.

Por último, discutir desde la humildad es realmente la clave para conectar con el otro, dándole matiz y contexto a las discusiones. No se trata de ganar o perder, sino de un intercambio. ¿Es tan terrible admitir que podemos equivocarnos o que las opiniones contrarias puedan ser valiosas?

Como el concepto quodlibet lo dice: buscar armonía en la diversidad es un beneficio para todos. Cuidar el pensamiento crítico y el arte de la discusión solo nos hace crecer como personas y avanzar como sociedad.

Por Equipo Espacio Mutuo

Mutual de Seguridad

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