Lecciones en el arte de escuchar, para tener siempre en cuenta
¿Cuándo fue la última vez que escuchaste a alguien? ¿Escuchar realmente, sin pensar en lo que querías decir a continuación, mirando tu teléfono o interrumpiendo para ofrecer tu opinión?
¿Y cuándo fue la última vez que alguien realmente te escuchó a ti? ¿Estuvo tan atento a lo que estabas diciendo y cuya respuesta fue tan acertada que te hizo sentir realmente comprendido(a)?
Se nos alienta a escuchar nuestros corazones, nuestras voces internas, pero rara vez se nos alienta a escuchar atenta y decididamente a otras personas. En cambio, hablamos mucho, en línea y en persona, como si en el acto de hablar se jugara toda nuestra definición social de quienes somos.
Y, sin embargo, escuchar puede ser más valioso que hablar. Se han librado guerras, se han perdido fortunas y se han arruinado las amistades por falta de escucha. Solo escuchando nos involucramos, entendemos, empatizamos, cooperamos y nos desarrollamos como seres humanos. Es fundamental para cualquier relación exitosa: personal, profesional y política.
Las personas sabemos poco de qué significa ser un buen oyente. Pero identificamos fácilmente lo que significa ser un mal oyente: interrumpir, mirar un teléfono y responder de manera egocéntrica o confusa. La triste verdad es que las personas tenemos más experiencia en ser cortadas, ignoradas e incomprendidas que en ser escuchadas.
Por supuesto, la tecnología juega un papel importante. Las redes sociales proporcionan un megáfono virtual, junto con los medios para filtrar puntos de vista opuestos. Pero la tecnología no es el único culpable. Ni colegios ni universidades ofrecen clases o actividades que enseñen a practicar una escucha cuidadosa. Se puede obtener un doctorado en comunicación oral para perfeccionar su discurso público, pero ¿quién se esfuerza por la excelencia en la escucha?
Entonces, ¿cómo podemos entrenar el arte perdido de escuchar?
Basados en los consejos de los mejores oyentes profesionales (agentes de inteligencia, moderadores de grupos focales, productores de radio, sacerdotes, periodistas, barman y vendedores de muebles), es posible descubrir que escuchar va más allá de simplemente escuchar lo que dice la gente. También implica prestar atención a cómo lo dicen y qué hacen mientras lo dicen, en qué contexto y cómo lo que dicen resuena dentro de uno.
- Los buenos oyentes hacen buenas preguntas.
Una de las lecciones más valiosas es que cualquiera puede ser interesante si haces las preguntas correctas. Es decir, si haces preguntas verdaderamente curiosas que no tienen la agenda oculta de arreglar, aconsejar, convencer o corregir. La idea es explorar el punto de vista de la otra persona, no influirlo.
Preguntas como “¿a qué te dedicas?” o “¿en qué parte de la ciudad vives?” o “¿a en qué colegio estudiaste?” son una línea de preguntas que no se orientan por un intento honesto de conocer con quién estás hablando, sino más bien de clasificarlos en la jerarquía social.
En cambio, se gana mucho más al preguntar sobre los intereses de las personas. Tratar de descubrir qué los entusiasma o los deprime, sus placeres diarios o qué los mantiene despiertos por la noche. Preguntar sobre la última película que vieron o la historia detrás de un accesorio que llevan puesto. También son buenas las preguntas expansivas, tales como: «Si pudieras pasar un mes en cualquier parte del mundo, ¿a dónde irías?»
- Los buenos oyentes evitan distraerse fácilmente.
Debido a que nuestros cerebros pueden pensar mucho más rápido de lo que las personas pueden hablar, debes prestar atención a la tendencia a hacer viajes mentales cuando deberías estar escuchando. Somos particularmente propensos a distraernos con nuestros propios pensamientos. O asumir que ya sabemos lo que la otra persona va a decir.
- La recompensa de una buena escucha seguramente será una conversación más interesante.
Cuando los oyentes son desatentos, los oradores ofrecen menos información y transmiten información de manera menos articulada. Por el contrario, los oyentes atentos reciben más información, detalles relevantes y elaboración de parte de los oradores, incluso cuando los oyentes no hicieron ninguna pregunta.
- La forma en que escuchas puede funcionar como una profecía autocumplida.
Si apenas escuchas a alguien porque crees que esa persona es aburrida o que no vale la pena, podrías hacerlo realidad. Además, escuchar a otras personas hace que sea más probable que otras personas te escuchen. Esto se debe en parte a que la naturaleza humana es devolver las cortesías, pero también porque una buena escucha mejora tus posibilidades de transmitir un mensaje que resuene.
- Escuchar es una habilidad.
Y como con cualquier habilidad, se degrada si no la practicas lo suficiente. Algunas personas pueden tener una capacidad natural más fuerte, mientras que otras pueden tener que trabajar más duro, pero cada uno de nosotros puede convertirse en un mejor oyente con la práctica. Cuantas más personas escuches, más aspectos de la humanidad reconocerás y mejores serán tus instintos.
Escuchar bien puede ayudarte a comprender las actitudes y motivaciones de otras personas, lo cual es esencial para construir relaciones colaborativas, así como para discernir qué relaciones sería mejor evitar. Escuchar mal limita tu comprensión del mundo y te impide convertirte en lo mejor que puedes ser.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad