Por qué nunca tienes tiempo (tres teorías que lo explican)
En estos tiempos modernos, nadie tiene tiempo. Es una verdad asumida. Todo el mundo está ocupado, agotado, abrumado. Pero intentemos un pequeño experimento: imagina que consigues una tecnología mágica que te permite realizar más rápido cada paso de tu trabajo. ¿Qué harías con el tiempo extra? Quizás probarías un pasatiempo, o tendrías más hijos, o aprenderías a disfrutar del ocio. Sin embargo, lo más probable es que no harías nada de eso: trabajarías exactamente la misma cantidad de tiempo que antes.
Suena absurdo, y tal vez creas que no sería así en tu caso particular. Pero algo así ocurrió en los hogares del siglo pasado – ni en las fábricas ni en las oficinas. En los hogares.
The Atlantic explica este fenómeno basándose en evidencia histórica. Durante el siglo XX, la tecnología y los aparatos requeridos para mantener el hogar mejoraron dramáticamente, pero el trabajo que requería mantener dichos hogares pareció no disminuir en absoluto.
Llegó la electricidad, las cañerías y el aire acondicionado, además de refrigeradores, microondas, aspiradoras, lavavajillas y lavadoras. Todas estas máquinas actuaban milagrosamente – los alimentos se mantenían frescos, la comida se preparaba en menos tiempo, la ropa quedaba más limpia.
Todas estas innovaciones deberían haber ahorrado horas de trabajo doméstico, pero lo único que lograron fue disminuir la necesidad de sirvientes. El trabajo se extendió hasta cubrir todas las horas disponibles. El libro “The Overworked American” señala que, en 1920, en Estados Unidos, las dueñas de casa a tiempo completo pasaban 51 horas semanales trabajando. En 1950, trabajaban 52 horas a la semana. En 1960, trabajaban 53 horas.
Suena imposible, pero hay tres simples razones que explican lo que sucede. Cada una muestra las condiciones psicológicas y las fuerzas estructurales que mantienen a las personas sin tiempo, incluso en una economía cada vez más próspera y tecnológica.
Mejor tecnología significa expectativas más altas – y expectativas más altas requieren de más trabajo.
Los avances tecnológicos van modificando las normas aceptadas, y éstas requieren de más trabajo. A finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, el surgimiento de mejores tecnologías creó nuevos estándares de limpieza – para nuestras casas, nuestra ropa y nuestros cuerpos. Las lavadoras y secadoras automáticas motivaron a las personas a comprar más ropa, de manera que las dueñas de casa debían pasar más tiempo lavando, secando y doblando ropa. Los refrigeradores mantenían la comida fresca y los hornos eléctricos facilitaban la cocina, pero las dueñas de casa utilizaron ese tiempo extra para ir de compras al supermercado.
“El trabajo se expande hasta saturar el tiempo disponible”. Básicamente, la tecnología hizo mucho más fácil la limpieza de una casa bajo los estándares de 1890. Pero para mediados del siglo siguiente, la gente ya no quería esa casa. Querían una casa moderna, la cual les exigía un trabajo de 40 a 50 horas semanales, incluso con sus nuevas herramientas tecnológicas.
Mucho de esta “sobre exigencia laboral” se debe a clases sociales y estatus – para esta generación y la siguiente.
Quizás las personas ya no pasan tanto tiempo lavando o cocinando, pero eso les ha permitido centrar su atención en otra parte del hogar: los humanos pequeños que lo habitan.
La crianza de los hijos ha sido el foco de las labores domésticas durante las últimas décadas. Los padres – sobre todo aquellos con educación superior, clase media y alta – dedican muchísimo tiempo para preparar a sus hijos para la competencia universitaria y el trabajo duro.
Pero incluso aquellos jóvenes que sufren de agotamiento no tienen hijos. Sin embargo, sus motivaciones son una extensión de esos mismos impulsos. Ellos también se sienten participantes de una carrera pseudo-meritocrática, en la cual temen perder su estatus, clase social o ingresos a futuro. Esto le ocurre a abogados, que sacrifican sus vidas privadas para impresionar a sus jefes, y a estrellas Youtubers, quienes trabajan hasta el límite por intentar favorecer a un algoritmo que premia el contenido diario.
Esta obsesión con el trabajo no se trata tanto de escapar de la pobreza, sino más bien se basa en la concepción de la vida como una escalera infinita.
La tecnología sólo libra a las personas del trabajo si sus jefes –o el gobierno, o el sistema económico –lo permite.
Muchas dueñas de casa estuvieron felices de quedarse cuidando el hogar, al igual que muchas madres agradecieron la posibilidad de dedicarse a la crianza de los hijos. Pero la verdad es que la principal razón por la cual la tecnología no ahorró horas de trabajo a las dueñas de casa, se debió al nulo valor que la sociedad (dominada por hombres) le atribuyó al trabajo femenino. Es decir, las mujeres no tenían la libertad de decidir exactamente qué hacer con su tiempo – estaban limitadas a la casa, cuando quizás podrían haber estudiado leyes o medicina. En lugar de eso, no les quedó otra más que ocupar su tiempo en mantener el hogar y criar a los niños, por 50 horas a la semana.
Las primeras dos razones que explican la falta de tiempo están incompletas, puesto que implican que el trabajo, tanto el doméstico como el moderno, están en manos de los trabajadores cuando en realidad, la mayoría de las vidas laborales de las personas no están bajo su control.
Los jefes fijan horarios y sueldos, los trabajadores se adaptan. Cuando los maridos controlaban las agendas de sus esposas, insistían en casas limpias y cenas servidas, y ellas generalmente aceptaban. Cuando los empleados de hoy son contratados, las leyes laborales actuales insisten en una semana de 40 horas de trabajo, y el empleado generalmente cumple. No importa si la tecnología se mantiene o avanza, las reglas laborales están fijas y predeterminadas.
Claro, existen ciertas técnicas para solucionar algunos problemas de este círculo vicioso de trabajo y expectativas, como estrategias para reducir la ansiedad mediante hábitos y valores. Pero la mayoría de las personas no poseen el poder económico ni político para negociar mejores condiciones por ellos mismos. Sus jornadas laborales e ingresos están moldeados por poderes más altos, como sus jefes, la ley y las expectativas sociales. Para solucionar el problema de agotamiento laboral y déficit de tiempo, tenemos que reconocer que, si bien los individuos tienen la capacidad de hacer pequeñas mejoras en sus vidas, para obtener cambios más profundos debemos apuntar a las leyes y la sociedad – sino, ninguna cantidad de trabajo será nunca suficiente.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad