Soledad: ¿un problema de Estado?
Incluso antes del surgimiento del Coronavirus, ya existía otra pandemia que le quitaba el sueño a las autoridades gubernamentales del mundo: la soledad.
Más silenciosa que la del COVID-19, pero de incluso mayor alcance, la pandemia de la soledad lleva décadas expandiéndose lentamente a través de la población global y, hasta hace muy poco, no era debidamente diagnosticada. Afortunadamente, esa situación está por cambiar.
LA “ENFERMEDAD” Y SUS SÍNTOMAS
Antes de la cuarentena actual, en la cual las autoridades instan a las personas a quedarse en sus hogares como medida sanitaria, el aislamiento social era considerado uno de los mayores problemas de la salud pública moderna.
¿Pero a qué se refieren los expertos cuando hablan de la “epidemia de la soledad”? Para muchas personas, esta condición es una simple consecuencia de la timidez y la introversión, o ven a la soledad como un síntoma de la depresión y la falta de habilidades sociales.
Sin embargo, la ciencia ha demostrado que la soledad es un conflicto mucho más complejo de lo que parece desde afuera – y a la vez, mucho más elemental: la soledad se entiende como el estado particular en el que un individuo se percibe a sí mismo como aislado socialmente, incluso cuando está en compañía de otros. Es una experiencia emocional agotadora, puesto que existe una diferencia entre las relaciones interpersonales que deseamos tener y aquellas que creemos, efectivamente, poseer.
Al sentirnos solos, a pesar de que no estar físicamente solos, perdemos la sensación de protección del grupo y notamos una sensación de peligro. Como consecuencia, nuestro cerebro activa su modo de autopreservación y nos coloca en un permanente estado de alerta, ante posibles amenazas.
Por supuesto, estas “amenazas” no son reales, lo cual le provoca al cuerpo un gran desgaste físico y mental que gatilla los síntomas de ansiedad y depresión:
- Trastornos del ciclo de sueño
- Estrés crónico
- Debilitación del sistema inmunológico
- Irritabilidad y hostilidad
- Mayor riesgo cardiovascular
- Alcoholismo
PROBLEMA DE ESTADO
Considerando que la soledad aumenta en un 45% la mortalidad de las personas y dada la evidencia de su exponencial propagación a lo largo de la población mundial, varias autoridades han tomado la decisión de hacerse cargo de la crisis en sus respectivos países.
El caso más destacable es el de Gran Bretaña, nación que tras ser alertada por la OMS el 2017 por los altísimos índices de soledad de sus ciudadanos (condición experimentada por el 13,7% de los habitantes del país), creó el primer Ministerio de la Soledad los primeros días del 2018.
UN PROBLEMA MÉDICO
Para muchos, la creación de este organismo cumple una simple función simbólica, buscando sólo visibilizar el problema en lugar de proponer políticas estatales que mejoren realmente la situación. Sin embargo, Gran Bretaña ya dio uno de los pasos más grandes: la prescripción social. “El médico que detecta que el paciente está o se siente solo, en vez de recetarle un medicamento para la depresión, le recomienda participar en actividades de socialización del barrio”, explica la psicóloga Regina Martínez, medida que han imitado otros países europeos como Francia, con el proyecto “Monalisa”, y España, con el proyecto “Radars”.
Y es que tanto niños, jóvenes y adultos se ven perjudicados por esta “pandemia” silenciosa, la cual genera el mismo deterioro físico que el que generan 15 cigarrillos al día.
¿DE QUIÉN ES LA SOLEDAD?
Una de las primeras acciones que el gobierno británico busca impulsar mediante su recién estrenado Ministerio, es el diseño de un riguroso método de medición de la soledad, en base al cual podrían comenzar a definir acciones concretas.
Y es que la soledad no sólo es abstracta y elusiva, sino que también casi omnipresente: “Es un tema que ninguna profesión lo siente suyo. Está claro quién diagnostica y quién trata una enfermedad, pero la soledad, un tema muy psicológico, toca a muchos perfiles profesionales. Desde la trabajadora social hasta el cajero del súper”, señala la investigadora Laura Coll Planas.
“Las políticas de salud pública deben ser intersectoriales, porque tienen que ver con la salud, la vivienda, el trabajo o el bienestar social– y necesitamos que el abordaje esté claro”, sentencia.
Si postulamos que la soledad, cuando deviene en experiencia emocional negativa, es un problema del presente y lo será crecientemente de nuestro futuro, la actual vivencia de un aislamiento social obligado, puede ponernos en una mejor perspectiva para abordar, con urgencia y con visión de estado, la epidemia de la soledad.
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Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad