Ayuda Mutua – la clave para dejar de competir (sobre todo en mitad de una pandemia)
Los vecinos se organizan en grupos para hacer las compras sin romper las cuarentenas, voluntarios donan y fabrican mascarillas para los hospitales en los que escasean recursos y, cada noche a las 21:00, cientos de personas se reúnen en sus balcones a aplaudir y vitorear a los funcionarios y funcionarias de la salud que continúan luchando contra el virus.
Mientras el aislamiento social hace nuestros días más largos, muchas personas se toman el tiempo para revisar los fundamentos de la vida en sociedad, redescubriendo los valores que nos mueven y sus contradicciones. Emergen hoy nuevos actos de altruismo espontáneo, los que podrían o no convertirse en cambios sociales duraderos.
Sin embargo, mientras algunas personas actúan de manera altruista en las crisis, otras reaccionan de maneras más egoístas al sentirse amenazados – para ellos, el “modo de supervivencia” significa competir unos contra todos, por ejemplo cuando vemos imágenes de aglomeraciones para comprar en supermercados o personas pidiendo salvoconductos periódicamente, más allá de necesidades esenciales. Nos rodea una paradoja desconcertante: otras personas son tanto una amenaza como un salvavidas. La conexión física podría matarnos, pero la conexión cívica es la única forma de sobrevivir.
LA SOLUCIÓN: COOPERAR DESDE LA GRATITUD
Aunque reaccionar a la defensiva cuando nos sentimos en peligro es un reflejo basado en el miedo, existe un modo en que dicha reacción disminuye: cooperar desde un ánimo basado en la gratitud.
En un reciente estudio de la Universidad Nacional de Singapur, los participantes jugaron al “Trucking Game” (Juego de la Negociación), una herramienta de investigación que mide cómo las personas negocian o cooperan en situaciones de conflicto. En el juego, los jugadores intentan ir del punto A al punto B lo más rápido posible, mientras que los oponentes pueden ayudar o bloquear a los jugadores a voluntad. El juego termina cuando ambos jugadores alcanzan su punto final.
Antes de jugar, se les pidió a algunos participantes que escribieran sobre una situación que los hizo sentir agradecidos, mientras que otros recordaron eventos que les brindaron alegría o que fueran emocionalmente neutrales, como sus rutinas diarias. Cuando llegó el momento de que los participantes entraran al juego, no sabían que el otro participante no era, en realidad, una persona real, sino un conjunto de movimientos preprogramados y altamente competitivos.
Los participantes tuvieron varias oportunidades en el juego para frustrar el camino del otro jugador, bloqueando sus rutas o no haciéndose a un lado para dejarlos pasar. Muchos participantes tomaron dichas oportunidades, y dificultaron el avance de su competitivo oponente.
Sin embargo, quienes habían sentido gratitud eran mucho menos propensos a bloquear el progreso de sus oponentes que aquellos que habían sido inducidos a sentir alegría o ninguna emoción en particular.
“Demostrar que sentir gratitud disminuye los impulsos competitivos, incluso en las condiciones del juego, revela la potencia de esta emoción al momento de reducir la competitividad indeseada”, explica Lile Jia, co-autor del estudio, quien se mostró impresionada por los resultados.
Aunque aún no hay nada definido, Jia sospecha que la gratitud hace que las personas sean menos egoístas y demuestren más empatía hacia los demás, en general. Dado que gran parte de las personas reaccionan frente a la competencia volviéndose aún más competitivas – incluso a expensas de los demás – es fácil imaginar el efecto que la gratitud podría tener en los impulsos rencorosos o vengativos.
El estudio de Jia se suma a nuestra comprensión del poder de la gratitud, al mostrar cómo ayuda a las personas a ser más amables con los demás, en circunstancias tanto desfavorables como favorables.
Esto podría tener enormes consecuencias cuando nos encontramos en situaciones en las que podemos sentir la tentación de no cooperar o arremeter contra otros, como durante la pandemia actual. «En interacciones tan amenazantes, los ciclos conductuales destructivos se establecen fácilmente», dice Jia. «La presente investigación subraya el potencial de la gratitud para detener tales espirales destructivas».
DESDE AQUÍ, ¿PODEMOS CONSTRUIR UN MUNDO DIFERENTE?
La escritora Rebecca Solnit publicó el libro «Un paraíso construido en el infierno», donde argumenta que durante los desastres colectivos, la «suspensión del orden habitual y la falla de la mayoría de los sistemas» estimulan actos generalizados de altruismo, y estas improvisaciones, sugiere Solnit, pueden conducir a un cambio cívico duradero.
En el libro «Ayuda mutua: un factor de evolución», Kropotkin identifica la solidaridad como una práctica esencial en la vida de las golondrinas y las marmotas y los cazadores-recolectores primitivos. La cooperación, argumenta, fue lo que permitió que la gente en las aldeas medievales y las comunidades agrícolas del siglo XIX sobrevivieran. En concordancia, el autor sostiene que la ayuda mutua es «la base necesaria de la vida cotidiana» y «la mejor garantía de una evolución aún más elevada de nuestra raza».
Una versión del futuro que brinda esperanza es que, después de salir del aislamiento, esperemos más de nosotros mismos y de los demás, siendo impactados permanentemente por la forma en que nuestras acciones dependen y afectan a personas que nunca siquiera hemos conocido. Algunos voluntarios que nacen de la crisis, encontrarán su trabajo alentadoramente apolítico: vecinos que ayudan a los vecinos.
Sobre la evidencia de que los desastres han provocado cambios cívicos duraderos, Rebecca Solnit enfatiza algo que ha escuchado una y otra vez de la gente: «Descubrieron un sentido de sí mismos y un sentido de conexión con las personas y el lugar que les rodeaba que no desapareció, y, aunque volvieron a sus trabajos en una economía de mercado y sus hogares, esa perspectiva cambiada se quedó con ellos y tal vez manifestado en formas más sutiles que un proyecto».
HACER DEL AGRADECIMIENTO UN HÁBITO
Los beneficios de la gratitud no se limitan solo a la competitividad con otros, sino que también permiten un fortalecimiento de nuestros vínculos y la construcción de un mayor sentido de comunidad.
La investigación de Jia refuerza la importancia de practicar la gratitud a medida que avanzamos en esta pandemia. No solo nos ayudará a ser más cooperativos, también es bueno para nuestro bienestar personal: protege nuestra salud mental y nos hace sentir más positivos y optimistas sobre el futuro.
El objetivo es implementar la gratitud en nuestras vidas como un hábito o una costumbre, de manera que sus ventajas perduren incluso una vez que el coronavirus ya sea un recuerdo lejano. «Si echamos un vistazo más amplio a los beneficios de la gratitud, entonces el argumento para alentar a las personas a sentir más gratitud se vuelve más fuerte», dice Jia.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad