Nuevos desafíos de la convivencia: ¿se puede aprender a lidiar con las personas que se rehúsan a usar mascarilla sin caer en la locura?
Uno de los aspectos más complejos de la pandemia ha sido descubrir las diferencias irreconciliables que nos separan de quienes nos rodean, ya sean amigos, familiares cercanos o completos desconocidos.
A la incertidumbre de la situación global actual, al estrés económico, a la ansiedad de la cuarentena y al temor frente el coronavirus, se suma el desgaste emocional y la frustración de ver cómo personas que creíamos lógicas, responsables y reflexivas, se rehúsan a cumplir con hasta las más básicas normas de distanciamiento social, autocuidado y cuidado de los demás.
Si hace unos meses la preocupación era el libre tránsito de personas sin permiso y las fiestas clandestinas, hoy, a medida que ciertas comunas de la Región Metropolitana inician el desconfinamiento, el problema se torna aún más evidente: individuos que, por rebeldía o desinterés, no usan mascarilla en público, y menos lo hacen en lugares cerrados.
REGLAS Y EXCUSAS
Lavarse las manos con frecuencia, mantener una distancia social de al menos 1,5 metros y usar mascarilla son las 3 pautas de seguridad que los expertos repiten hace meses, desde las primeras apariciones del COVID.
Ahora que ciertas zonas del país han ingresado a la segunda etapa del Paso a Paso del gobierno, estas normas son aún más importantes – es más, ya deberían estar aprendidas. Según un nuevo estudio, bastaría con que un 50% de la población cumpliera con las medidas sanitarias para hacer de la pandemia una situación muchísimo más llevadera. ¡Sólo la mitad! Suena sencillo, ¿verdad?
Sin embargo, como quizás ya te has dado cuenta, las personas siempre encuentran una excusa – una razón imaginaria por la que cierta regla no aplica a ellas: que no respiro bien con mascarilla, que hace demasiado calor, que es demasiado incómodo… Y esas son sólo las excusas para las mascarillas. Cómo no nos vamos a abrazar si nos echamos tanto de menos, cómo no nos vamos a besar si somos novios, una reunión pequeña no le hace mal a nadie… suma y sigue.
¿VALE LA PENA CONFRONTARLOS?
Aquel que rompe las reglas parece siempre tener un buen motivo para hacerlo. Y mientras tanto, ¿qué hacemos los demás que sí cumplimos con las normas sanitarias responsablemente? “Hacer caso a las normas y ver cómo otros pasan, produce frustración, tristeza, ira… Tiene un enorme impacto emocional”, asegura la psicóloga española Gabriela Paoli.
Y eso nadie lo niega. Sin embargo, la experta no cree que valga la pena reclamar a aquellos que, por ejemplo, se niegan a utilizar mascarilla, especialmente si se trata de desconocidos o gente poco cercana. “Explicarle al vecino, a alguien por la calle o al cuñado por qué es necesario cumplir las normas es un gasto de energía y, en un año tan duro como éste, no estamos en momento de perderla”, señala la psicóloga.
Por su parte, con los seres queridos la clave es la asertividad: “Lo puedes decir, pero no de cualquier manera. Estamos todos sensibles, por lo que hay que evitar el debate y la discusión. Lo mejor es comunicarlo de manera adecuada, explicar nuestro punto de vista y no reprochar lo que hace la otra persona”, explica Paoli.
MANTENER LA CALMA
Es entendible que la rabia te queme por dentro cuando ves a un amigo o familiar viviendo como si no pasara nada ahí afuera, cuando las cifras globales del COVID dan cuenta de más de 600.000 mil muertos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero ten en cuenta que estallar sólo genera conflicto. Paoli asegura que “se están dando muchas peleas en las relaciones por estos temas” y, de hecho, ya se ha estudiado cómo la pandemia ha provocado el término de ciertas amistades a través del mundo.
La psicóloga va más allá y advierte sobre una tentación a la que no hay que ceder: discutir estos temas por redes sociales. “Cualquier cosa puede malinterpretarse si se lee, así que lo mejor es una llamada o verse en persona”, afirma la experta (siempre y cuando ambos respeten la distancia social, no se abracen y usen mascarillas).
EL IMPACTO EMOCIONAL
Después de todo, lo más importante es gestionar el impacto emocional que nos producen quienes no respetan las normas sanitarias que nosotros llevamos tanto tiempo cumpliendo. No hay mucho que podamos hacer para convencerlos de la importancia de usar mascarilla (y quedarse en casa, y respetar el distanciamiento social, y no hacer fiestas…), pero sí podemos lidiar con las emociones que nos despiertan, a nivel personal.
“La responsabilidad, el cumplimiento de las normas y la capacidad de gestionar la situación es individual. Es decir, no está en nuestras manos controlar lo que hagan los demás”, explica la psicóloga. Lo que sí está en nuestras manos es identificar nuestros sentimientos y procesarlos adecuadamente: “Es importante ponerles nombre a esas emociones para racionalizarlas y dejarlas ir”, aclara.
Suena un poco cursi, pero no quedarse pegado con la rabia y la frustración es esencial. De lo contrario, el problema será doble: no sólo sentirás enojo hacia los demás, sino que también comenzarás a aislarte de tus seres queridos. ¡No queremos eso! Especialmente en tiempos difíciles como estos, el distanciamiento debe ser social, jamás emocional. Todo lo demás es simplemente confiar en que la rigurosa fiscalización de las autoridades para quienes no siguen la normativa. Y, mientras tanto, no olvides usar tu mascarilla favorita.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad