¿Qué tienen en común los mejores equipos del mundo? Descubre cómo crear valor a través de la Colaboración
Si te preguntáramos cuál es el mejor invento del Hombre, los resultados podrían variar: el fuego, la rueda, las matemáticas o el lenguaje. Pero existe un aspecto de la civilización que, al darlo por sentado, pasa desapercibido: la capacidad de organización de las personas.
Para David Barkus, psicólogo organizacional, la invención de la organización es quizás el invento más importante en la historia de la Humanidad. Al lograr que un grupo de diferentes personas se unan y colaboren en un proyecto específico, hemos sido capaces de crear y construir más ‘valor’ del que jamás hubiésemos alcanzado individualmente.
Al centro de cada organización se encuentra un equipo. Así que vale la pena preguntarse: ¿Por qué hay equipos que superan las expectativas, y otros que no las cumplen? ¿Qué tienen en común los mejores equipos del mundo, aquellos que generan el máximo aporte?
DIVERSIDAD INTELECTUAL
Según la investigación, un factor que todos los grandes equipos presentan es lo que se denomina “diversidad intelectual”. Si bien en términos corporativos se utiliza la palabra “diversidad” para referirse exclusivamente a raza o género, el concepto de diversidad intelectual va más allá de eso, e incluye todas las opiniones, perspectivas y experiencias de cada uno de los miembros del equipo.
Las personas que provienen de contextos distintos o que poseen diferentes experiencias de vida tienden a contar con perspectivas particulares, lo cual siempre resultará beneficioso. Por el contrario, aquellas organizaciones compuestas por personas que piensan de manera similar o que poseen las mismas experiencias tienden a tener mayores problemas al momento de solucionar conflictos.
Después de todo, el objetivo de un equipo es resolver problemas. Y, si todo el equipo viene del mismo contexto, o fue criado en el mismo sistema educativo, o ha vivido la misma experiencia en términos de raza o género, pues, tendrán las mismas ideas.
En cambio, cuando todos esos elementos varían al interior de un mismo equipo, el rango de ideas posibles será mucho más amplio, y encontrar la mejor -es decir, aquella idea que resuelva el problema- será mucho más sencillo.
Un estudio del 2011 demostró que los equipos que contaban con más mujeres tomaban mejores decisiones. Sí, así de directa es la relación ‘diversidad – valor’: toda medida que promueva una mayor diversidad dentro del equipo de trabajo proveerá de mayor diversidad intelectual y, por lo tanto, potenciará aún más la creación de ‘valor’ de la organización.
SEGURIDAD PSICOLÓGICA
Pero la diversidad no es la única pieza del rompecabezas. Por más diversidad que presente un equipo, de nada servirá si sus miembros no se atreven a compartir sus ideas, si no sienten que pueden contribuir libremente al trabajo.
Ahí entra en juego la seguridad psicológica. El concepto mide qué tan libres se sienten las personas de compartir sus ideas y experiencias con el grupo –de abrirse y compartirse a sí mismos, en definitiva.
Esto no solo afecta las ideas que se aportan y se discuten, sino también la disposición de las personas a asumir riesgos y admitir errores. La seguridad psicológica hace que los miembros del equipo estén más dispuestos a presentar ideas locas que pueden llevar al equipo en una dirección nueva y diferente –lo cual, en el mejor de los casos, podría conducir a la genialidad.
Amy Edmondson, profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, examinó el liderazgo de las enfermeras a cargo de diversos pisos de un hospital. Rápidamente, la investigadora se percató de que las enfermeras consideradas las mejores líderes por sus propios equipos tenían un registro de errores mayor que el de aquellas enfermeras consideradas peores líderes por sus equipos. ¿Cómo se explica eso?
Como concluyó Edmondson, las mejores líderes crearon un ambiente con seguridad psicológica, de manera que las enfermeras se sentían libres de admitir sus errores y recibir correcciones. Más allá de eso, todas se beneficiaban del aprendizaje que surgía de dichos errores.
Por el contrario, aquellas peores líderes no crearon suficiente seguridad psicológica, por lo que sus enfermeras sentían la necesidad de esconder sus errores. Esto no sólo significó serias implicaciones éticas, sino que también privó al equipo de enriquecedoras lecciones que podrían haber ayudado a las demás.
Es sólo cuando tenemos seguridad psicológica -es decir, cuando sentimos que podemos contribuir de todo corazón sin ser ignorados o criticados– que podemos correr riesgos y admitir errores. Sin seguridad psicológica, el equipo no podrá beneficiarse de su diversidad intelectual.
UN PROPÓSITO QUE VALE LA PENA
Si, la diversidad intelectual y la seguridad psicológica son factores que pueden hacer un buen equipo. Pero los mejores equipos de trabajo son aquellos que poseen un elemento más: un propósito por el que valga la pena luchar.
Desde hace años se ha estudiado la importancia de tener una misión, visión y objetivo común para un mejor desempeño organizacional. Pero si las declaraciones de valores o propósitos que entrega la organización son demasiado vagas o abstractas como para internalizarlas y aplicarlas en el día a día, el equipo no logrará formar un vínculo con el objetivo superior (sea cual sea).
Y es que trabajar por un objetivo no es suficiente – el equipo debe estar dispuesto a luchar por él. Según la investigación de Artis International, las personas se unen a revoluciones armadas, insurgencias u organizaciones terroristas cuando las apuestas son altas y van más allá de un simple trabajo.
Los valores dejan de ser la base, sino que se vuelven sagrados. Cuando vale la pena luchar por algo, deja de ser importante – se hace sagrado. El trabajo cotidiano pasa de ser una lista de tareas que deben realizarse a un trabajo esencial, cuyos valores deben ser defendidos y profundizados.
Los miembros del equipo adquieren un sentido más fuerte de identidad grupal. La pelea en sí define a los luchadores, uniéndolos entre sí. Como resultado, terminan trabajando tanto el uno para el otro como para la misión. El propósito, la misión y la visión son todos muy importantes. Pero cuando miras a los grandes equipos -aquellos que constantemente crean valor o los que cambian el mundo- generalmente concuerdan en que vale la pena luchar por su propósito.
Aunque no existe una fórmula secreta, los grandes equipos contienen tres elementos clave: diversidad intelectual, seguridad psicológica y un propósito por el que vale la pena luchar. Por supuesto, rara vez estos tres aparecen solos: requieren liderazgo, ya sea en la forma de un individuo o de un grupo de personas que, juntas, lideren un equipo.
Los equipos necesitan líderes que reconozcan cuándo se necesita más diversidad intelectual, que construyan seguridad psicológica dentro de la comunidad y que asuman una misión como una causa por la que valga la pena luchar.