‘Trágame Tierra’… Por qué tu próxima reunión debería comenzar con una anécdota vergonzosa
Todo el mundo ha vivido situaciones vergonzosas en el trabajo que preferiría olvidar. Desde terminar una gran presentación frente a todo el equipo sólo para encontrar un visible resto de comida asomándose entre tus dientes, hasta el fatídico momento en que descubres, tras un par de mordaces comentarios, que tu micrófono de la videoconferencia no estaba realmente silenciado.
Sin embargo, aunque hayas jurado nunca más revivirlas, todas esas anécdotas humillantes tienen un poder secreto… si estás dispuesto a compartirlas: una nueva investigación de la Kellogg School of Management ha demostrado que la vergüenza actúa como un estímulo para aumentar la creatividad.
MORIR DE VERGÜENZA, VIVIR DE CREATIVIDAD
Los participantes del estudio iniciaron una lluvia de ideas relatando un momento vergonzoso vivido en el trabajo. Como resultado, generaron un mayor número y una gama más amplia de ideas que aquellos participantes que iniciaron su lluvia de ideas compartiendo un recuerdo que los llenó de orgullo.
Aunque suena un poco ilógico, en realidad tiene sentido: las anécdotas que te hacen morir de vergüenza eliminan la barrera de la autocensura. «Cuando se celebra una sesión de lluvia de ideas, la esperanza es que la gente proponga toda suerte de ideas, sin temor a ningún tipo de juicio o evaluación», dice Leigh Thompson, profesora de Administración y Organizaciones en la Kellogg y autora del libro “Conspiración creativa: las nuevas reglas de la colaboración innovadora”.
Según Thompson, conseguir que la gente baje la guardia y se relaje es lo más difícil de todo. Por lo mismo, la idea de que compartir un episodio embarazoso puede desatar el genio creativo de un equipo puede ser muy atractiva, especialmente para los y las líderes. «Cualquier solución que encontremos tendrá un impacto directo en los resultados del negocio y ayudará a los equipos a ser más productivos», dice la experta.
Cómo (NO) aumentar la creatividad grupal
Thompson a menudo participa como consultora en retiros corporativos, donde ha sido testigo de primera fuente en los diversos ejercicios que pretenden romper el hielo entre las personas –pero que, generalmente, provocan todo lo contrario.
Con frecuencia, las actividades de los organizadores consisten en recordar triunfos y logros, y compartirlos con los demás. Y, si bien brindar estas oportunidades de vanagloriarse tal vez tenga como objetivo aumentar la confianza en sí mismos de los asistentes (después de todo, la gente prefiere destacar sus logros y minimizar sus defectos), a menudo esta práctica tiene un efecto inhibidor.
Más tarde, «cuando yo quería que participaran en una sesión de lluvia de ideas, tendían a autocensurarse, porque acababan de oír hablar de tantos grandes logros», dice. Thompson sospechaba que el orgullo de los participantes era lo que estaba obstaculizando su capacidad de pensar de manera innovadora.
¿PUEDE SER LA VERGÜENZA LA LLAVE DE LA CREATIVIDAD?
Si el orgullo cohibía a las personas, surgía una nueva pregunta: ¿podría existir otra emoción que sirviese para lo contrario, es decir, promover la innovación? Pues Thompson y sus colaboradores, Elizabeth Ruth Wilson de la Universidad de Harvard y Brian J. Lucas de la Universidad de Cornell, ambas en Estados Unidos, decidieron que la vergüenza podía ser la respuesta.
En cierto modo, la vergüenza es una elección sorprendente: después de todo, tendemos a asociarla con la incompetencia y la torpeza, características muy poco estimulantes. Pero en investigaciones anteriores sobre la creatividad se ha observado que el miedo a la vergüenza —a ser calificado de torpe e incompetente— es lo que inhibe la generación de ideas, más que la vergüenza en sí. Los investigadores sospechaban que, si los participantes ventilaban sus historias vergonzosas, se les quitaría la sensación de que estaban siendo juzgados y se animarían a dejarse llevar.
CREATIVIDAD INDIVIDUAL: ¿QUÉ TE IMAGINAS CON UN CLIP?
Para evaluar su hipótesis, los investigadores idearon 2 experimentos, uno para estudiar la creatividad de los participantes cuando realizaban lluvias de ideas solos, y otro cuando lo hacían formando parte de un grupo.
En el primer estudio, a 111 participantes en línea se les dijo que realizarían una tarea de generación de ideas, pero que primero necesitaban hacer un ejercicio de calentamiento. A unos se les pidió que proporcionaran por escrito un relato de la metedura de pata más vergonzosa que hubieran cometido en los últimos 6 meses, mientras que a los otros se les pidió que describieran algún logro en los últimos 6 meses del que se sintieran orgullosos.
A continuación, los participantes se dedicaron durante 5 minutos a inventar la mayor cantidad posible de usos insólitos para un sujetapapeles (también conocido como “clip”). Los investigadores evaluaron sus respuestas basándose en 2 criterios comunes para medir la creatividad: el volumen de ideas generadas y la variedad de esas ideas.
Los participantes que habían contado una anécdota embarazosa generaron un número significativamente mayor de ideas que quienes describieron un momento de orgullo. También generaron más ideas en distintas categorías, tales como el uso de los sujetapapeles como aretes (joyería), anclajes para tomates (jardinería) y palitos de cóctel no convencionales (utensilios).
Los investigadores también estudiaron un grupo de control, cuyos participantes tuvieron que describir su viaje al trabajo antes de realizar la tarea relacionada con los clips. Los resultados de este grupo no difirieron de los del grupo del orgullo, lo que sugiere que la vergüenza fue lo que hizo que los participantes fueran más creativos de lo normal.
VERGÜENZA COLECTIVA, CREATIVIDAD GRUPAL
En muchos contextos empresariales las lluvias de ideas se suelen realizar en equipo. Sin embargo, ciertos estudios han demostrado que los equipos son menos creativos que las personas, lo que aumenta aún más la utilidad de las estrategias de intervención eficaces. ¿Podrían las historias vergonzosas estimular también la creatividad de los equipos?
El segundo experimento se hizo con 93 gerentes inscritos en un programa universitario de formación de ejecutivos. Los investigadores los dividieron al azar en equipos de tres personas, con instrucciones para que la mitad compartiera un momento embarazoso vivido en los últimos 6 meses y, la otra mitad, un momento de orgullo.
Entre los grupos que hablaron de historias vergonzosas, «con frecuencia se planteaba la cuestión de quién sería el primero», dice Thompson. «Por último, una persona contaba una historia e inevitablemente se producía lo que yo llamo una risa comunal. No se ríen de la persona. Se ríen y dicen: ‘Dios mío, yo he hecho más o menos lo mismo’ o ‘me identifico contigo’«.
Terminado el ejercicio para romper el hielo, se pidió a los grupos que inventaran usos orginiales para una caja de cartón. Los resultados fueron claros: los equipos que compartieron historias embarazosas generaron un 26% más de ideas que los grupos que compartieron historias de orgullo.
«Uno de los grandes hallazgos de la bibliografía sobre la creatividad y la innovación es que lo ideal es contar con muchas ideas con las que jugar», dice Thompson. «Si un grupo tiene casi un 30% más de ideas que otro, sencillamente tiene mucha más leña para alimentar el fuego». Los equipos que intercambiaron historias embarazosas también generaron una gama más amplia de ideas, que abarcaron un 15% más de categorías.
SABER CUÁNDO ROMPER EL HIELO
A medida que más y más organizaciones adoptan la forma de pensar del mundo del diseño -la cual exige que todo el mundo se sienta cómodo aportando nuevas ideas– el hallazgo de Thompson y sus investigadores podría ayudar a los gerentes a estimular la imprescindible creatividad de sus equipos.
La experta recomienda que los directivos consideren comenzar sus sesiones con el ejercicio de la anécdota embarazosa. Esto no sólo promueve la generación de ideas, sino que capta inmediatamente la atención de los participantes. «Automáticamente, la gente empieza a escuchar y a interesarse cada vez más», dice. «Hay una imperiosa necesidad de permitir que [el narrador] termine, porque las historias humanas nunca son aburridas».
Según Thompson, la clave para sacar el máximo provecho del ejercicio es que la gente comparta sus historias recientes, para que no piensen para sí mismos: «Bueno, pero ahora soy una persona distinta», dice Thompson.
Desde luego, el ejercicio no es idóneo para todas las situaciones. Si un equipo está ejecutando una misión táctica, como puede ser la elaboración de un informe financiero, o de resolución de problemas, como un control de daños, no es el momento de sacar a relucir historias embarazosas.
«Los líderes más eficaces y los equipos y las empresas más efectivos son en realidad los que saben ejecutar distintos tipos de jugadas según la naturaleza del reto«, dice la investigadora. Pero cuando llega el momento de promover la creatividad y la innovación y los empleados comienzan a compartir sus anécdotas, los gerentes deben corresponder de la misma manera. «Si alguien se pone en evidencia a sí mismo hablando de un episodio embarazoso, es preciso brindarle apoyo», dice Thompson. «Basta con decir: ‘Ah, pues yo también tengo una historia que contarte’«.
No se sabe con precisión por qué el hecho de contar historias vergonzosas redunda en una mayor producción de ideas. La hipótesis de los investigadores es que tal vez reduzca el temor de enfrentarse a futuras situaciones embarazosas y que, de esta manera, promueva el rendimiento, aunque también es posible que los demás en el grupo sientan más simpatía por quienes revelan sus defectos y esto produzca más confianza y un mejor rendimiento.
Sea la razón que sea, quizás ha llegado el momento de dejar de esconderte. En la próxima reunión, saca a relucir alguna de tus anécdotas más memorables, desde el pedacito de espinaca en los dientes hasta los comentarios sin filtros que dijiste cuando pensabas que el micrófono estaba apagado. Sí, será un poco vergonzoso, pero la dinámica creativa de tu equipo lo agradecerá.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad