Frente a la persistencia de los riesgos de contagio en 2021: ¿es una buena idea entregar “pasaportes de inmunidad”?
Aunque el COVID-19 sea un virus reciente, ésta no es la primera pandemia a la que se enfrenta la Humanidad. A más de un siglo de la peste negra y la gripe española, hoy el mundo se encuentra más preparado que nunca para hacerse cargo de la crisis sanitaria.
Y, sin embargo… no ha resultado fácil. Se han perdido miles de vidas y los contagios continúan elevándose, amenazando con colapsar el sistema de salud. La economía se encuentra en recesión, y la incertidumbre del 2021 no parece disminuir.
Parecería sensato, entonces, identificar a las afortunadas personas que ya se recuperaron del virus y, por tanto, ya no se encuentran en riesgo de ser infectadas. Quizás estas personas podrían contar con ciertos beneficios -como una mayor movilidad o la posibilidad de desempeñar trabajos con mayor exposición al virus- al contar con un “pasaporte de inmunidad”.
Así al menos lo expresó el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, James Cleverly: con un permiso de este tipo “se pretende desbloquear la vida de las personas, desbloquear la economía, asegurarnos de proteger vidas y proteger los medios de vida”. Pero si Matt Hancock, secretario de Salud del mismo país, negó que dicha medida vaya a desarrollarse – ¿qué tan factible es la creación de un pasaporte COVID-19?
UN PASAPORTE A LA NORMALIDAD
Muchos países han considerado la misma idea. En España, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, defendió este “pasaporte” como un camino a la anhelada “normalidad”: según explicó, éste permitiría que una persona justifique su necesidad de viajar con sólo mostrar un PCR negativo en su tarjeta sanitaria virtual, desde su teléfono móvil.
Suena sencillo ¿verdad?, pero aún hay muchísimas dudas por responder. Dado que los exámenes pueden dar falsos negativos, ¿cada cuánto tiempo tendríamos que repetirlos (y cuánto costaría)? Además, ¿se puede afirmar con certeza que una persona es inmune al coronavirus? ¿Y cómo sabemos que no puede seguir contagiando?
Hasta la completa implementación de la vacuna, la única forma de ser inmune es haber padecido y superado la infección. Si nuestro sistema inmunológico fue capaz de eliminar al virus, probablemente seremos inmunes en caso de que decida contraatacar. O, al menos, así ha sido hasta ahora…
¿PODEMOS CONFIAR EN LA INMUNIDAD?
Si hemos superado la infección, significa que nuestra inmunidad innata y adaptativa -esa que evoluciona en función del patógeno y que depende de nuestros linfocitos- funcionó con el coronavirus.
Las vacunas “simulan” una infección, dando instrucciones a los linfocitos sobre qué deben reconocer y qué deben hacer después de haberlo reconocido. Las tres principales vacunas frente al COVID-19 evitarían que suframos la patología asociada al virus: harían que los linfocitos B produzcan anticuerpos que ataquen al virus cuando se encuentre en el exterior de nuestras células, proceso conocido como “inmunidad humoral”.
Para comprender si se puede confirmar la inmunidad tras la recuperación, sin vacuna, es importante considerar lo que ocurre en el cuerpo. Una parte de los linfocitos B no desaparece del todo -ni tras la infección ni con la vacuna-, sino que se transforman en “células de memoria”, las cuales nos recuerdan qué virus nos ha infectado y evitan que lo haga de nuevo. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, si no tenemos un nuevo contacto con el virus podemos perder la memoria humoral. Así, nuestros anticuerpos podrían ser indetectables en los exámenes PCR – incluso con vacuna o habiendo superado la infección, nuestra prueba de anticuerpos podría resultar negativa.
Por si fuera poco, otra clase de linfocitos -T, conocidos como “asesinos”- también pueden actuar como células de memoria, patrullando y esperando encontrarse con células infectadas por el virus para destruirlas. Actualmente, no existe ninguna prueba rápida que detecte este tipo de inmunidad celular. Por lo tanto, un resultado negativo en un test de anticuerpos no implica necesariamente que estemos desprotegidos frente al COVID-19.
ENFERMARSE OTRA VEZ
Se cree que, si una persona es inmune, ya no puede contagiar. La verdad, sin embargo, es otra: haber sido infectados o vacunados y dar positivo en un test de anticuerpos, no garantiza que seamos inmunes a la infección. Varios países, incluido Chile, han reportado reinfecciones de pacientes que ya habían superado la enfermedad – y, aunque son excepciones… nadie quiere ser esa excepción.
Por otro lado, no todos los anticuerpos son eficaces. Sólo si tenemos suerte, nuestros linfocitos B habrán fabricado anticuerpos capaces de neutralizar las “llaves” que el virus utiliza para entrar en nuestras células.
Asimismo, una persona vacunada quizás esté protegida frente a la patología del COVID-19, pero eso no significa que no pueda transmitir el virus –todavía no sabemos quién será más rápido: el coronavirus multiplicándose o el sistema inmunológico eliminándolo.
Como podrás apreciar, aún existen demasiadas incógnitas respecto al coronavirus como para crear con tranquilidad un “pasaporte de inmunidad”. Aun dando positivo en los exámenes de anticuerpos, entregar privilegios de este tipo a unos cuantos afortunados puede ser problemático – no sólo podría tener consecuencias discriminatorias entre la población, sino que podría proporcionar una falsa sensación de seguridad que pondría en riesgo tanto a su portador como a las demás personas en su entorno. Por ahora, sólo queda esperar la implementación generalizada de la vacuna… con paciencia.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad