¿La clave para una relación feliz? Las parejas deberían discutir más, no menos.
Primero que nada, dejemos algo claro: todas las parejas discuten. Sí, todas –incluso aunque nunca los hayas visto hacerlo o no, tanto los matrimonios felices como aquellos más conflictivos discuten acerca de las mismas cosas.
Y es que mientras algunas parejas se aventuran a hablar acerca de temas sensibles, como sus relaciones pasadas o su vida sexual, existe un tema que todas las personas prefieren evitar: la relación en sí misma.
LA “OTRA” CHARLA
Al igual que los padres que evitan tener la tradicional “charla sobre sexo” con sus hijos, las parejas evitan discutir acerca de su relación debido al alto nivel de ansiedad que les produce. Para 1 de cada 3 personas, hablar de la relación representa el máximo tema tabú, mientras que para 7 de cada 10 personas es una de las principales temáticas por evitar.
Pero ignorarlo no lo hace desaparecer. De hecho, las parejas que creen que el conflicto es una mala señal son aquellas que, en realidad, tienen peores relaciones. Según estudios, aquellos matrimonios que practican la política de “discutir no es aceptable” son menos satisfactorios y más agresivos, y las mujeres reportan sentirse más deprimidas.
Gracias a investigaciones recientes, sabemos que evitar las conversaciones difíciles de hoy significa empeorar la relación el día de mañana. Cuando las universidades de Michigan y Penn State, ambas en Estados Unidos, siguieron a 1.500 adultos durante más de una semana, descubrieron que, si bien se sentían mejor el día en que evitaban una discusión con sus parejas, al día siguiente disminuía su bienestar psicológico y aumentaba su índice de cortisol, lo cual puede provocar aumento de peso, cambios de humor y problemas para dormir. ¿Ves? Ganancia a corto plazo, dolor a largo plazo.
DISCUTE MÁS, NO MENOS
Al ocultar nuestras emociones, no sólo estamos perjudicando la comunicación de la relación, sino que también perdemos la oportunidad de ayudar a mejorarla. Después de todo, sin discusión no hay progreso.
Esa es precisamente la razón por la que las parejas necesitan discutir más, no menos. Por supuesto, esto no significa buscar fricciones para pelear de manera intencional, sino que recibir de buena gana los conflictos que surjan naturalmente. Así, la idea es aceptar los frecuentes desacuerdos de poca importancia y tener pocas -si acaso- grandes confrontaciones.
Por el bien de la relación, todas las discusiones deben comenzar de la misma manera: las parejas deben darse mutuamente el beneficio de la duda. En lugar de comenzar asumiendo que la otra persona está equivocada, que tiene fallas irremediables, que tiene malas intenciones o está tratando de lastimarte, aplica lo que el psicólogo Carl Rogers llama «consideración positiva incondicional», la creencia de que, en el fondo, todo el mundo es bueno.
Cuando asumimos lo mejor de nuestra pareja, es menos probable que veamos malicia en sus acciones, lo que hace que las discusiones sean menos estresantes y más propensas a resolverse. Para problemas mundanos, como dividir las tareas del hogar, la mejor opción es el uso de amor, humor, afecto y optimismo. Para problemas sin solución, como una suegra entrometida o una pareja irremediablemente terca, ésta es también la mejor solución.
¡ESCUCHA!
Sin importar cuál sea el problema, no hay sustituto para escuchar a tu pareja. Suena sencillo, ¿no? Pues te sorprendería lo raro que es escuchar por completo a la otra persona. Pero no te preocupes: ¿estás preparado para escuchar mejor en unos cuantos pasos?
CLARIFICA
Cuando tu pareja habla, debes asegurarte de tener claro lo que está diciendo. Confiamos demasiado en nuestra capacidad para comprender a los demás, y ellos sobrestiman lo claros que están siendo al momento de hablarnos.
Para eliminar todas las dudas, haz preguntas como: “Cuando dices ______, ¿qué significa eso exactamente?”; “¿Estoy en lo cierto en que ______ es la cuestión clave?”; y “¿Puedes dar un ejemplo de ______?”. Quizás te equivoques, pero tu pareja tendrá la oportunidad de dejar las cosas claras y agradecerá que te hayas preocupado por entender de verdad.
EMPATIZA
Éste es el punto más crucial de toda la lista. Dominar la empatía comienza con un simple entendimiento –detrás de todo lo que dice nuestra pareja, hay una emoción que están deseando que nosotros identifiquemos.
Cuando escuchas atentamente, tu trabajo es reflejar los sentimientos más profundos que expresa el otro: dolor, vergüenza, confusión, decepción, frustración, molestia, nerviosismo, desconcierto, apatía o sentirse abrumado, infravalorado, perdido e inauténtico.
Al reconocer los sentimientos de tu pareja, puedes ayudarte con frases como “Pareces…”, “Suenas como…”, o la pregunta “¿Te sientes…?”. Así, si te equivocas, tu pareja sabe que estás procurando entender y, de hecho, tu esfuerzo es más importante que tu precisión en la felicidad de la relación.
PRESTA ATENCIÓN CON TODO TU CUERPO
Encontrar la frase correcta para decir es sólo la mitad de un buen esfuerzo de comunicación. También necesitas observar tus señales no verbales, o todas las formas en las que te comunicas con el resto que van más allá de las palabras que salen de tu boca.
Por ejemplo, para demostrar que estás escuchando debes mantener el contacto visual y sentarte directamente frente a tu pareja en una posición relajada y abierta, con una leve inclinación hacia ella.
Verte completamente comprometido y presente, sin distracciones como tu celular u otras pantallas, le transmite a tu pareja que la conversación es importante, y te permite a ti concentrarte mejor en prestar atención.
PARAFRASEA
Para demostrar tu comprensión de lo que se está discutiendo, debes poder recapitular lo que ha dicho tu pareja en sus propias palabras. Repetir y resumir le muestra al otro que estás profundamente involucrado en la conversación, y te obliga a mantenerte muy atento durante la conversación.
HAZ PREGUNTAS ABIERTAS
Seamos honestos: en la mayoría de las conversaciones, estamos todo el tiempo esperando nuestro turno para volver a hablar de nosotros mismos. Pero si quieres ser un magnífico oyente, debes mantener el foco en tu pareja, dándoles el espacio para hablar todo lo que quieran acerca de cómo se sienten.
Para lograrlo, haz preguntas abiertas que ayuden a tu pareja a procesar sus sentimientos. Guíalos hacia un análisis más profundo con preguntas como: “¿Qué le sugerirías a otra persona en esta misma situación?»; “¿Cómo tomaste esta decisión?”; “¿Qué mejoraría las cosas?”; “¿Por qué crees que sucedió?”; y “¿Cómo crees que esto resultará?”.
Cada pregunta enfoca el problema, ayuda a nuestra pareja a ganar perspectiva y permite una mayor comprensión del problema en cuestión. Después lo único que falta es que realmente escuches las respuestas de tu pareja…
Toda relación tiene defectos. Es hora de que nos demos cuenta de que los problemas no desaparecerán de un día para otro, y hablar de lo que sentimos es la única esperanza de mejora. Piérdeles el miedo a estas conversaciones complejas – en cambio, veámoslas por lo que son: pasos difíciles pero necesarios que te ayudarán a cultivar una relación más sólida.