“Sé exactamente cómo te sientes”… Una frase que deberías dejar de decir
Frente al dolor ajeno -especialmente el de nuestros seres queridos- es difícil saber cómo reaccionar. E incluso cuando tenemos las mejores intenciones, la situación resulta un campo minado: al intentar consolar a una persona que se encuentra vulnerable y sensible, siempre corres el riesgo de decir algo incorrecto.
En momentos así de tensos, muchas personas caen en la tentación de hablar de ellos mismos con la frase: “Sé exactamente cómo te sientes”. La periodista y escritora Celeste Headlee relata lo siguiente en su libro “Tenemos Que Hablar: Cómo Tener Conversaciones Significativas”: “Comencé a notar la frecuencia con la que respondía a las historias de pérdida y dolor con mis propias experiencias. Mi hijo me contaba que peleó con un niño en los Scouts, y yo le hablaba de una compañera con la que discutía en la universidad. Cuando despidieron a mi amiga, le conté lo mucho que me costó encontrar trabajo después de haber sido despedida años antes”.
Demostrar empatía es un lindo gesto… pero compartir tus experiencias personales cuando alguien está sufriendo nunca tiene el efecto que esperas. “Lo que todas esas personas necesitaban era que yo las escuchara y reconociera por lo que estaban pasando. En cambio, los obligué a escucharme a mí”, explica Headlee.
CUÉNTAME DE TI
No te preocupes, sabemos que no es a propósito ni mal intencionado. Es sólo que, a veces, cuando alguien se muestra así de expuesto y comparte sus emociones sinceras, resulta incómodo para los demás, por lo que cambian la conversación a un tema con el que se sienten más cómodos: ellos mismos.
El sociólogo Charles Derber describe esta tendencia como «narcisismo conversacional». A menudo sutil e inconsciente, se refiere al deseo de tomar el control de una conversación, de hablar la mayor parte del tiempo y de centrar el intercambio en ti mismo. Derber es más drástico para su diagnóstico, y lo describe como “la manifestación más evidente de la psicología dominante en Estados Unidos: la de llamar la atención”.
El experto define 2 tipos de respuestas en las conversaciones: una respuesta de cambio y una respuesta de apoyo. La primera devuelve la atención hacia ti mismo, mientras que la segunda apoya el comentario de la otra persona.
El fenómeno es evidente en los siguientes ejemplos:
EJEMPLO 1
La respuesta de cambio:
- Persona 1: Estoy tan ocupada ahora mismo.
- Persona 2: Uff, yo también. Estoy totalmente abrumado.
En cambio, la respuesta de apoyo sería algo así:
- Persona 1: Estoy tan ocupada ahora mismo.
- Persona 2: Oh, ¿por qué? ¿Qué tienes que hacer?
EJEMPLO 2
La respuesta de cambio
- Persona 1: Necesito zapatos nuevos.
- Persona 2: Yo también. Estas cosas se están desmoronando.
Mientras tanto, la respuesta de apoyo funciona así:
- Persona 1: Necesito zapatos nuevos.
- Persona 2: ¿Ah, sí? ¿En qué estás pensando?
Las respuestas de cambio son un sello distintivo del narcisista conversacional – le ayudan a volver la atención constantemente hacia ellos mismos. Por el contrario, una respuesta de apoyo anima a la otra persona a continuar su historia; les permite saber que estás escuchando y que te interesa escuchar aún más.
COMO JUGAR A LA PELOTA
Jugar a la pelota suele utilizarse como una metáfora de la conversación. En un partido real, estás obligado a turnarte y darle pases a tus compañeros de equipo. En la conversación, sin embargo, a menudo encontramos formas de resistirnos a darle al otro su oportunidad de hablar. A veces, podemos hacernos sutilmente con el control del intercambio.
Este tira y afloja sobre la atención no siempre es fácil de identificar: podemos disfrazar con mucha astucia nuestros intentos de cambiar el enfoque. Podemos comenzar una oración con un comentario de apoyo y luego añadir un comentario sobre nosotros mismos – algo así como: “¡Felicidades por tu ascenso! Me parece genial. Yo también le voy a pedir un ascenso a mi jefe, espero conseguirlo”. El cambio pasa casi desapercibido, ¿no?
Y la verdad es que esa respuesta podría estar bien… siempre y cuando permitamos que el enfoque vuelva a la otra persona nuevamente. El equilibrio saludable se pierde cuando volvemos a centrar la atención en nosotros mismos una y otra vez.
ES PARTE DE NUESTRA NATURALEZA
Si bien la reciprocidad es una parte importante de cualquier conversación significativa, la verdad es que desviar la atención hacia nuestras propias experiencias es completamente natural. Los humanos modernos están programados para hablar de sí mismos más que de cualquier otro tema. Un estudio encontró que “la mayor parte del tiempo de conversación social se dedica a declaraciones sobre las propias experiencias emocionales y/o relaciones del hablante, o las de terceros que no están presentes”.
La Ínsula, un área del cerebro en lo más profundo de la corteza cerebral, capta la información que la gente nos dice y luego trata de encontrar una experiencia relevante en nuestros bancos de memoria que pueda dar contexto a la información. Es sobre todo útil: el cerebro está tratando de dar sentido a lo que escuchamos y vemos. Inconscientemente, encontramos experiencias similares y las agregamos a lo que está sucediendo en ese momento, y luego todo el paquete de información se envía a las regiones límbicas, la parte que se encuentra justo debajo del cerebro. Ahí es donde pueden surgir algunos problemas: en lugar de ayudarnos a comprender mejor la experiencia de otra persona, nuestras propias experiencias pueden distorsionar nuestras percepciones de lo que la otra persona está diciendo o experimentando.
NUNCA SABRÁS LO QUE SIENTE EL OTRO
Un estudio del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas sugiere que nuestros egos distorsionan nuestra percepción de nuestra empatía. Cuando los participantes vieron un video de gusanos en un entorno grupal, pudieron comprender que otras personas podrían sentir repulsión por él. Pero si a una persona se le mostraban imágenes de cachorros mientras que a las demás se les mostraba el video de los gusanos, el espectador del cachorro generalmente subestimaba la reacción negativa del resto del grupo a los gusanos.
La autora del estudio, Dra. Tania Singer, observó: “Los participantes que se sentían bien ellos mismos evaluaron las experiencias negativas de sus parejas como menos graves de lo que realmente eran. En contraste, aquellos que acababan de tener una experiencia desagradable evaluaron la buena experiencia de sus socios de manera menos positiva”. En otras palabras, tendemos a usar nuestros propios sentimientos para determinar cómo se sienten los demás.
¿Pero cómo se traduce eso en tus conversaciones diarias? Imagina que tú y un amigo son despedidos al mismo tiempo por la misma empresa. Claro, en ese caso, usar tus propios sentimientos para medir los sentimientos de tu amigo puede ser bastante exacto, porque están experimentando el mismo evento. ¿Pero qué pasa si estás teniendo un gran día y te encuentras con un amigo que acaba de ser despedido? Sin saberlo, podrías juzgar cómo se siente tu amigo en relación con tu buen humor. “No te preocupes”, le dirías. “Estarás bien. A mí me despidieron hace 6 años y todo salió estupendo”. Bien… por ti. Mientras más cómodo estés, más difícil será sentir empatía por el sufrimiento del otro.
LA CONVERSACIÓN SE ENTRENA
Hay personas que tardan años en darse cuenta de que son mucho mejores para jugar a la pelota que para su equivalente conversacional (y muchas otras que jamás lo descubrirán). La idea es tratar de ser más consciente de nuestro instinto de compartir historias propias. Y, en su lugar, intentar hacer preguntas que animen a la otra persona a continuar. En síntesis, escuchar más y hablar menos.
La periodista Celeste Headlee aplicó esos consejos a sus propias conversaciones con seres queridos. “Hace poco tuve una larga llamada telefónica con un amigo que estaba pasando por un divorcio”, relata. “Pasamos casi 40 minutos en el teléfono y apenas dije una palabra. Al final de nuestra conversación, me dijo: ‘Gracias por tu consejo. Realmente me has ayudado a resolver algunas cosas’”.
Lo gracioso, cuenta Headlee, es que no le había dado ningún consejo. La mayor parte de lo que dijo fue una versión simple de “Wow, eso suena difícil. Lamento que te esté pasando esto”. Y es que, al fin y al cabo, lo que la mayoría de las personas buscan no son consejos ni historias – sólo necesitan ser escuchadas. ¿Qué tan difícil puede ser?