Experimentamos cada día pequeños momentos de Empatía… Y, aunque no lo notes, afectan tu bienestar y tu relación con los demás
La empatía es una de las muchas habilidades que nos ayudan a construir mejores relaciones. Cuando resonamos con los sentimientos de otras personas, consideramos su perspectiva o sentimos compasión por ellos, es más probable que seamos generosos y altruistas, y menos propensos a tener prejuicios contra ellos.
Pero la empatía a veces puede parecer un concepto demasiado idealista. Si bien puede ser buena para nosotros y para los demás, ¿cómo se ve realmente en la vida real y cómo podemos cultivarla? Los hallazgos de los estudios de laboratorio no nos brindan una imagen completa, ya que a menudo sufren de definiciones estrechas de empatía y no reflejan las experiencias empáticas del día a día de las personas.
Para llenar este vacío en la investigación, Greg Depow de la Universidad de Toronto, en Canadá, y sus colegas realizaron un estudio sobre la experiencia de las personas con empatía en su vida cotidiana, para descubrir cómo afectaba sus acciones y bienestar. Sus hallazgos ilustran cuán interesantes pueden ser los pequeños momentos de empatía ordinaria y cotidiana – y cómo funcionan para beneficiarnos a todos.
LA EMPATÍA ES COMÚN… Y NO SOLO HACIA QUIENES SUFREN
El estudio reclutó a 246 participantes, representativos en muchos sentidos de la población diversa de los Estados Unidos. Luego, 7 veces al día durante una semana, se pidió a los participantes al azar a través de un teléfono celular que informaran sobre su nivel actual de felicidad, sentido de propósito y bienestar general.
Ante cada llamado, los participantes también anotaron si habían tenido una oportunidad de empatía (es decir, alguien expresando emoción en su presencia), recibido u ofrecido empatía, o realizado un acto amable y útil para alguien durante los 15 minutos anteriores. Si lo habían hecho, se les pidió que dijeran qué tan cerca estaban de la otra persona involucrada, si la emoción del objetivo de empatía era positiva o negativa, y si resonaron con los sentimientos de la persona, tomaron su perspectiva o sintieron compasión por ellos – todos elementos separados de la empatía que, en investigaciones tradicionales, son estudiados de forma aislada. También reportaron lo difícil que era empatizar y lo seguros que estaban de que entendían con precisión los sentimientos de la persona.
Los análisis de las respuestas mostraron que las personas tendían a encontrar oportunidades de empatía con frecuencia, y que la experimentaban a menudo en la vida cotidiana. En promedio, una persona percibió alrededor de 9 oportunidades para empatizar y 6 oportunidades para recibir empatía durante 12 horas, y empatizó o recibió empatía alrededor del 88% del tiempo.
Además, tendían a experimentar todos los elementos de la empatía simultáneamente y empatizar más a menudo con las emociones positivas que con las negativas. Este último hallazgo fue un resultado inesperado, dice Depow, porque solemos pensar en la empatía como una respuesta al sufrimiento. “Me sorprendió un poco que la empatía fuera más común ante las emociones positivas. Pero al mismo tiempo, hay algunos trabajos que dicen que las personas experimentan emociones positivas unas 3 veces más a menudo que las emociones negativas, por lo que tiene sentido”, dice.
Las personas también empatizaron más con las personas cercanas que con los extraños en la vida cotidiana. Eso es menos sorprendente, dice Depow, ya que las personas probablemente ven a su círculo íntimo con más frecuencia y, por lo tanto, tienen más oportunidades para la empatía. Sin embargo, dice, las personas también se identifican espontáneamente con los extraños.
¿BUENA O MALA EMPATÍA?
Los investigadores también encontraron que las personas que percibieron más oportunidades de empatía y empatizaron más, reportaron mayor felicidad y bienestar. Sin embargo, estos beneficios estaban más relacionados con la empatía de los sentimientos positivos de los demás que con los sentimientos negativos. Y, si las personas tenían menos confianza en su capacidad para empatizar o si empatizar era difícil, su bienestar era menor.
Entonces, surge la pregunta: ¿la empatía es buena o mala para nosotros? Según Depow, podría ser un poco de ambos. “En general, la empatía, en un marco multidimensional, es buena para el bienestar”, dice. “Pero, cuando las personas tienen más oportunidades de empatizar con las emociones negativas, y algunas personas las tienen de manera constante y repetida, como los médicos en la atención de emergencia, por ejemplo, esos pueden ser factores de riesgo para la angustia personal”.
En esas situaciones, es posible que debamos tomar medidas para protegernos de la angustia que puede generar la empatía. Aun así, Depow está convencido de que la empatía es más positiva que negativa en nuestras vidas.
“Realmente compartir las emociones positivas parece ser bueno para nosotros”, dice. “Eso significa sentir alegría con la otra persona -en lugar de sentirse mal consigo mismo porque no lo estás haciendo tan bien- podría ser una buena oportunidad para aumentar su bienestar”.
EMPATÍA DIARIA
En el estudio de Depow, las personas practicaron más amabilidad hacia los demás en momentos en que experimentaron más empatía –sin importar si se compartieron emociones positivas o negativas. Una vez más, encontró que esto era particularmente digno de mención, ya que gran parte de la investigación sobre la empatía y la compasión se enfoca en presenciar a otros que requieren ayuda.
“La empatía no siempre se trata de comprometerse con el sufrimiento de los demás”, dice. “También lo usamos a menudo para conectarnos con la felicidad de otras personas, y esa también puede ser una forma de sentirnos conectados con quienes nos rodean”.
Curiosamente, no sólo mostrar empatía, sino también recibir empatía de otro, condujo a una mayor amabilidad y generosidad. Depow no está seguro de por qué, y la investigación no se ha centrado mucho en cómo recibir empatía afecta nuestro comportamiento. Pero podría tener que ver con cómo una interacción empática aumenta nuestro sentido de comunidad.
“Tal vez si alguien empatiza contigo, te sientes más cerca de él y de las personas que te rodean. Eso podría hacer que estés más dispuesto a contribuir y ayudar”, dice.
¿QUIÉN ES MÁS EMPÁTICO?
En general, los hallazgos de Depow confirmaron que diferentes grupos demográficos tenían diferentes experiencias de empatía cotidiana. Las mujeres todavía tendían a empatizar más que los hombres, y ser religioso aumentaba los niveles de empatía al menos un poco.
Sin embargo, no encontró mucha diferencia en los niveles de empatía entre los políticos de izquierda y de derecha, excepto en un análisis separado que no cubre el informe oficial. Allí, dice, descubrió que los conservadores mostraban menos empatía hacia los extraños, lo que quizás explica por qué estudios anteriores habían encontrado una diferencia entre los 2 grupos políticos.
“Los participantes conservadores y neutrales (sin afiliación política) reservaron su mayor grado de compasión por las personas cercanas, mientras que los liberales sintieron una gran compasión incluso por los extraños”, dice.
Sin embargo, estos hallazgos son exploratorios y necesitarían replicarse antes de confirmar su validez. Y, agrega, no deberían desanimar a las personas a extender la empatía entre los grupos políticos.
EXPANDIR LA EMPATÍA, ¿PERO CÓMO?
En cambio, los descubrimientos ilustran cómo la empatía generalmente funciona en nuestra vida cotidiana y cómo podemos cultivarla mejor. Por ejemplo, la empatía puede ser útil para comprender los pensamientos de otras personas y predecir lo que podrían hacer en el futuro, dice, lo que puede ser útil para trabajar juntos.
Entonces, ¿cómo podemos aportar más empatía (y más bienestar) a nuestra vida cotidiana? Aunque sería necesario realizar más investigaciones para probar esto, dice Depow, podría beneficiar a las personas aprender a notar las oportunidades de empatía con más frecuencia, saborear más la felicidad de los demás o reformular nuestra reacción emocional al sufrimiento como una oportunidad para ayudar -en lugar de centrándonos en nuestra propia angustia personal-. Si fuera posible un entrenamiento como ese, la empatía podría convertirse en una práctica de felicidad aún más potente y también evitar la soledad, dice.
“Si las personas pudieran abrirse a más oportunidades para empatizar con los demás y resonar con sus experiencias positivas, mientras sienten compasión por sus experiencias negativas, eso realmente podría ayudarnos a todos”, concluye.
Por Equipo Espacio Mutuo
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