¿Cómo enseñamos a los niños a tener vidas más alegres?
¿Se puede cultivar la alegría?
Y si es así, ¿podemos enseñar a nuestros hijos cómo ser más alegres en sus vidas?
La respuesta puede parecer sencilla –sí-, pero la verdad es que, para eso, se necesita saber qué tipo de prácticas traen la verdadera felicidad a nuestras vidas adultas… y no solamente placeres momentáneos.
Sólo una vez que hayamos dominado esa capacidad, podremos transmitirles estas costumbres a los niños de una manera que puedan comprender y apreciar. ¿Pero por dónde partimos?
RECONFIGURAR LA MENTE
El libro de 2016 “Awakening Joy for Kids” de James Baraz y Michele Lilyanna está diseñado para ser una guía para ayudar a padres e hijos a aumentar su bienestar, permitiéndoles a los más pequeños a enfrentar las tensiones del mundo con presencia, autocompasión y apertura.
Muchas de las prácticas descritas tienen sus raíces en la ciencia, desde técnicas simples de mindfulness hasta el hábito de establecer intenciones de felicidad, porque prestar atención a las cosas buenas que suceden en la vida en lugar de centrarse solo en las malas puede ayudar a reconfigurar sus cerebros para la felicidad.
Sin embargo, de todas las actividades descritas en el libro, existen dos que son las más poderosas: cultivar la gratitud y desarrollar la resiliencia en tiempos difíciles.
1. GRATITUD
¿Por qué practicar la gratitud? Porque se ha descubierto que la gratitud aumenta la felicidad y el apoyo social en los niños -ambos cruciales para el bienestar a largo plazo-, además de ofrecer numerosos beneficios para adultos también.
Prestar atención a las cosas por las que estás agradecido puede cambiar el canal de tu pensamiento negativo y ayudarte a apreciar lo que hay en tu vida en este momento. Sin embargo, para profundizar el efecto, es importante permitirse experimentar completamente la gratitud cuando está ahí y tomarse el tiempo para saborear el momento, particularmente en el cuerpo. Incluso unos pocos segundos para registrar los sentimientos positivos de gratitud apenas surgen ayudan a fortalecer sus impactos.
Gratitud en adultos.
Para experimentar el sabor de la gratitud, intenta sentarte tranquilamente en una postura relajada y concentrarte en el centro de tu corazón. Mientras inhalas, visualiza respirar con amabilidad; al exhalar, permite que se libere la negatividad. Luego reflexiona sobre alguna bendición en tu vida, cualquier persona o cosa por la que estés agradecido: podría ser tan simple como tener ojos para ver, comida para comer y aire para respirar; o podría ser agradecimiento por tener amor en tu vida, un buen trabajo o buenos amigos. Sea lo que sea, tómate el tiempo para decir un “gracias” en voz baja y luego experimenta conscientemente los buenos sentimientos en tu cuerpo.
Cada vez que haces una práctica de gratitud, profundizas tus sentimientos de alegría y aumentas la alegría a tu alrededor. Aquí está la clave: ¡No dejes que esos momentos se te escapen!
Gratitud en niños.
Para ayudar a inculcar la gratitud en tus propios hijos, intenta comenzar una práctica de gratitud a la hora de la cena. Tal vez puedan tomarse de las manos y todos compartir algo por lo que estuvieron agradecidos ese día, ya sea algo tan simple como notar una flor o la amabilidad de un amigo. El simple hecho de compartir de esta manera ayuda a los padres y a sus hijos a tener una mejor idea de lo que está sucediendo en la vida de los demás y es una forma sencilla de construir lazos familiares más profundos.
Los maestros pueden alentar a los niños a escribir en un diario especial sobre las cosas por las que están agradecidos, o a hacer «banderas de gratitud”: pequeños pedazos de tela donde escriben las cosas por las que están agradecidos y luego colgarlas de una cuerda en el patio de la escuela. De esa manera, los niños pueden recordar y mostrar a sus amigos por qué están agradecidos mientras están afuera jugando.
2. AYUDA EN TIEMPOS DIFÍCILES.
La gratitud y otras habilidades sobre las que habla el libro -como la intención, la atención plena y la compasión- se pueden cultivar con el tiempo a través de la atención y la práctica, y todas conducen a una mayor felicidad y bienestar socioemocional.
Pero eso no significa que la vida sea siempre alegre, ni debería serlo. Una de las grandes verdades es que la vida también trae desafíos. Es importante para nosotros generar alegría en nuestras vidas no para evitar las dificultades inevitables, sino para afrontarlas con fuerza y compasión.
La práctica de aceptar lo difícil es una parte vital para despertar la alegría. Cuanto más comprendamos el sufrimiento y estemos dispuestos a aceptarlo, mayor será la posibilidad de desarrollar una mente que no tenga miedo de las cosas difíciles cuando se presenten, porque debajo del dolor se encuentran la sabiduría, la compasión y el amor.
Enmarcando los pensamientos de los niños
Muchos padres quieren “estar ahí” para sus hijos, apoyando su crecimiento y bienestar. Pero estar ahí para ellos todo el tiempo y no permitirles experimentar dificultades y frustraciones, puede impedirles aprender resiliencia o el poder de manejar sus emociones con sabiduría y compasión. Los niños sobreprotegidos a menudo están más ansiosos que sus compañeros y tienen problemas para recuperarse de los contratiempos.
Para ayudar a los niños a atravesar tiempos difíciles, aún debemos alentar las prácticas de alegría con nuestros hijos. Pero eso no significa que ignoremos nuestra tristeza, ira, miedo o dolor. La idea es enseñarles a expresar sus emociones de manera saludable en lugar de reprimirlas o explotar.
Una cosa que los adultos pueden hacer es ayudar a los niños a encontrar antídotos contra el pensamiento negativo. Reformular o corregir el pensamiento distorsionado es una forma de cambiar el pensamiento negativo por un pensamiento realista.
Un ejercicio consiste en dar a los niños una hoja de papel dividida en dos. Por un lado, los niños escriben uno o más de sus propios pensamientos negativos, como «No soy bueno en matemáticas» o «No le gusto a nadie». Por el otro lado, escriben el antídoto – es decir, lo contrario: “Las matemáticas me resultan difíciles, pero estoy aprendiendo” o “Sólo porque una persona fue mala conmigo no significa que yo no sea agradable”.
Así, podrás alentarlos a buscar más antídotos positivos para los malos sentimientos que crucen por sus mentes y concentrarse en ellos, en lugar de lo negativo. De esta forma estarán reconfigurando sus cerebros para que presten atención a lo bueno y lo conviertan en su configuración predeterminada natural. Esto ayuda a los niños a ser valientes cuando las cosas se ponen difíciles y a no empantanarse en pensamientos contraproducentes.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad