La psicología de la pandemia: Por qué algunos se la toman en serio… y otros no
Mientras las autoridades en el gobierno debaten agitadamente las medidas sanitarias a adoptar en todo Chile – como abrir la economía, alargar las cuarentenas obligatorias o volver a clases–, al interior de cada familia se vive, día a día, una discusión parecida.
El cuidado y la preocupación por el coronavirus varían dentro de cada hogar. ¿Qué tan estrictos o flexibles deberíamos ser con la prevención de contagio? ¿Puede el amigo del hijo visitarnos? ¿Puede la tía pasar a saludar? ¿Puede el papá salir a trotar? ¿Qué hacemos con nuestros abuelos si llevan tanto tiempos solos?
UN CONFLICTO MENTAL
Si sumamos la tensión de la pandemia y el estrés acumulado de la convivencia forzada, llegar a un consenso familiar acerca de la forma correcta de afrontar el virus, puede transformarse en una especie de “guerra civil”.
Y es que estos conflictos reflejan dos mentalidades completamente distintas. Mientras algunas personas prefieren “prevenir que lamentar”, siguiendo al pie de la letra las recomendaciones de Salud, otras se resisten a seguir órdenes y, a medida que aumentan las restricciones, aumentan también su ansiedad y molestia.
Pero estas diferencias van mucho más allá que simples variaciones de personalidad, sino que reflejan la mentalidad social primaria de cada ser humano.
¿AJUSTADO O PERMISIVO?
Tras más de 25 años estudiando la relación de las personas con las reglas, la Dra. Michelle Gelflad, profesora de psicología de la Universidad de Maryland, Estados Unidos, ha definido dos tipos de mentalidades. “Mientras antes sepamos distinguir ambas mentalidades, más fácil será navegar la vida bajo el COVID-19”, señala.
La primera mentalidad es una más “ajustada”, donde las personas reconocen las reglas que los rodean; tienen un fuerte deseo por evitar los errores; poseen un alto control de impulsos; y aman el orden y la estructura.
Por su parte, otras personas tienen una predisposición más “permisiva”, desconfían más de las reglas; están dispuestas a correr riesgos; y se sienten cómodos con el desorden y la ambigüedad.
NI BUENO NI MALO
Ninguna de estas mentalidades es buena o mala de por sí – pero son increíblemente poderosas al momento de influir en el comportamiento de los individuos. ¡Incluso de naciones completas! Si no lo crees, considera las inmensas diferencias culturales entre Singapur y Brasil.
Según la investigación de la Dra. Gelflad, Singapur es un país “ajustado”. Esto significa que existen muchas leyes y reglas, las cuales castigan duramente a quienes se pasan de la línea. Escupir, por ejemplo, puede significar una multa, e ingresar chicle al país está prohibido (información importante para tu próximo viaje, cuando llegue el momento de poder hacerlo).
Brasil, por su parte, es mucho más “permisivo” y flexible. Las culturas como la brasileña tienden a ser desordenadas, hasta caóticas, pero también más tolerantes frente a las diferencias e impulsoras de la expresión creativa (las fotografías del Carnaval de Río parecieran confirmarlo).
De cierta forma, cada hogar es un micro-país. Piensa en todas las formas en que se desarrolla la tensión entre “ajustados” y “permisivos”. ¿Eres un padre “helicóptero” o uno más relajado? ¿Tus hijos siguen las reglas o las desafían constantemente?
EL EFECTO PANDEMIA
Las cuarentenas totales relacionadas con el COVID-19 han acentuado las inclinaciones de cada uno. Aquellos amigos o familiares de tendencia más estricta ahora son aún más exigentes: desinfectan los comestibles a mano, uno por uno, o limpian sin cesar las manillas de las puertas por temor a contagiarse.
De la misma manera, a los amigos o familiares de tendencias más flexibles están sufriendo una persistente sensación de claustrofobia: las mascarillas les parecen ajenas, y consideran que las medidas sanitarias impuestas por las autoridades son exageradas.
Así, no es de extrañar que algunas familias estén experimentando altos niveles de ansiedad y fricción en sus hogares. Además del estrés de una pandemia global, están luchando por adaptarse a un nuevo conjunto de normas sociales, las cuales quizás van en contra de sus instintos más profundos.
APRENDER A NEGOCIAR
Sin embargo, esta lucha no tiene por qué ser paralizante. Por el contrario – comprender de dónde viene cada lado puede ayudar a la sociedad a negociar con éxito estas diferencias. Un principio básico, respaldado por una gran cantidad de evidencia, es que, cuando existe una amenaza real, el ajuste puede tener un propósito.
Por ejemplo, cuando una comunidad tiene un número cada vez mayor de casos de COVID-19 que potencialmente pueden colapsar su sistema de salud, es fundamental que todos cumplan con las reglas de distanciamiento social, mascarillas y lavado de manos.
Las personas con mentalidad “permisiva”, que toman muy en serio la invasión de su autonomía personal, pueden considerar estas normas desafiantes. Pero avergonzarlos, juzgarlos o despreciarlos no será efectivo: es más útil recordarles que estas restricciones son temporales y que cuanto más diligentemente se practiquen, antes podrán relajarse.
Los ciudadanos flexibles también pueden desempeñar un papel clave en la pandemia. Con su pensamiento innovador pueden ayudar a crear nuevas formas de mantenerse conectados mientras se distancian, o inventar cosas divertidas para hacer en casa.
… Y APRENDER A RELAJARSE
Más tarde, cuando la amenaza disminuya, las personas podrán aflojar su vigilancia. Y aquí es donde aquellos con una mentalidad estricta mostrarán problemas – la flexibilización de reglas los hace sentir vulnerables y expuestos. De hecho, los grupos más “ajustados” tardan en aflojarse más de lo necesario, ya que siguen experimentando la sensación de amenaza incluso después de que el riesgo haya pasado.
La clave son los pasos graduales. Las personas más estrictas pueden entrar en pánico en un centro comercial o playa abarrotada, por lo que aclimatarlos lentamente –como a través de visitas con un amigo o vecino de confianza– podría facilitarles el proceso de reapertura.
A medida que los países comiencen el largo viaje de regreso a una actividad económica normal, el baile entre lo “ajustado” y lo “permisivo” continuará, ya sea con nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo e incluso los demás compradores del supermercado.
Pero, por sobre todo, aprender a apreciar la base de nuestras diferencias sociales contribuirá en gran medida a apagar posibles conflictos. Mientras más ambidiestros seamos -apretar cuando haya amenaza y aflojar cuando sea seguro- mejor estaremos todos en el futuro.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad