El mundo del emprendimiento en Chile tiene una desconexión total y poca resolución de una problemática real
Contenido de El Mercurio en colaboración con Espacio Mutuo
Un encuentro con una problemática doméstica y común mientras vivía en La Granja junto a tres amigos, como es el alto costo de comprar en almacenes de barrio, hizo que José Manuel Moller decidiera ponerse la meta de encontrar una solución para reducir los precios de los productos en comparación con los supermercados. “A esa observación yo le puse de nombre ‘impuesto a la pobreza’. Una vez que tiene nombre el problema, partimos estudiando para saber por qué ocurre, cuáles son los efectos, etc. Me di cuenta que esto pasa como consecuencia del modelo económico tradicional, donde nadie estaba haciendo nada al respecto, y a la vez estaba súper relacionado con el tema de los envases y la contaminación”, dice.
Fue así como nació Algramo en 2013, que debutó operando bajo dos modalidades: como formato envasado, donde los almaceneros vendían los productos y se devolvía el envase al estilo de “botella retornable” y, por otro lado, el autoservicio, por medio de una máquina dispensadora de productos especialmente diseñada para instalarse en el almacén.
Siete años después, Algramo ya está en más de 2.600 almacenes de barrio y, además de los dispensadores, agregaron en 2019 un modelo de venta sobre la base de la reutilización de envases inteligentes, que funciona con tecnología similar a la de la tarjeta bip!: pueden ser recargados con dispensadores de productos de Unilever, como detergente y lavaloza instalados en triciclos eléctricos que reconocen al usuario y descuentan el valor de lo comprado. Este sistema se encuentra operando en más de 20 comunas de Santiago, mediante ocho triciclos eléctricos que distribuyen los productos. Además, este martes concretaron la internacionalización de su modelo de negocio y lanzaron el sistema en Nueva York. Pronto harán lo mismo en Indonesia y Perú.
“En EE.UU. es implementado por otra compañía, no Algramo. Nosotros proveemos el software, hardware, contrato de las marcas y marketing, pero el implementador es local. Es la única forma que vimos de crecer de forma agresiva en los próximos años, porque esperamos que esto escale, las marcas lo están pidiendo”, dice Moller y añade que la idea es llevar esto también a otras ciudades de Chile vía microfranquicias.
Hace unos años hablaba que las otras marcas eran su competencia y hoy son sus principales colaboradores. ¿Cómo ve que los desafíos de Algramo han cambiado?
“El desafío lo tomo como el mismo de 2018, en parte por lo grave de la crisis ambiental y la meta que tenemos al 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), que está a la vuelta a la esquina. Decidí cambiar un poco el paradigma, y la empresa que de alguna manera ‘pirateaba’, ahora es mi colaborador. Fue tragarse el ego y aprender a colaborar, algo que no habíamos hecho antes. Eso en pos de acelerar el crecimiento y el impacto, porque lo que necesitamos para transformar Chile no es solamente que la gente ABC1 o los vegetarianos hagan algo, sino que toda la población asuma estos cambios a nivel local y también global. Es ahí cuando decido meterme con los actores más grandes del mundo, para que dejen de producir desechos y solo vendan el producto. Parto con Unilever, luego se sumó Nestlé y de ahí surge la conversación de replicar esto afuera”.
Estar en la calle
En 2017 Moller, junto con Javier Vega, fundó Fracción, una farmacia online que vende medicamentos fraccionados. “Javier vino a proponerme esto, que tiene el mismo espíritu de Algramo. En 2014 fue aprobada una ley que permitía el fraccionamiento, pero ninguna cadena lo había hecho, por lo que nos agarramos de eso para posicionarlo”, explica Moller, quien hoy está en el directorio de Fracción en paralelo con su rol de director ejecutivo de Algramo, por el gran crecimiento que ha tenido en los últimos años.
En repetidas ocasiones ha dicho que no es emprendedor; sin embargo, ha participado en dos negocios nuevos y disruptivos. ¿Cómo explica eso?
“Tiene que ver con el tema del origen. Nunca tuve la idea o búsqueda de emprender, sino que lo hice porque me di cuenta que era la mejor forma de resolver el problema. No me gusta el emprendimiento por el emprendimiento y siento que ya hay una cultura de emprendimiento de autoadulación, pero lo que me interesa a mí es el emprendimiento como medio”.
¿Cuál es la importancia de estar en la calle para resolver problemas sociales?
“Hoy en día hay una falta de realidad enorme a nivel de empresarios y emprendedores. Estamos más preocupados de inventar una nueva app para ir a una fiesta y no resolver los problemas que tenemos al frente. Y eso es porque hay una desconexión total con la realidad chilena. (…) Algramo parte de algo súper básico y súper romántico, que es que a la gente le sale caro comprar de a poco y esa es una de sus grandes gracias, ser así de sencillo. Recuperamos lo que ya existía (formato de venta), pero mejorando los sistemas de higiene y de compra, entendiendo que resuelven una problemática real, porque la gente lo necesita. Es mucho más cómodo hacer charlas TED, juntarse con amigos y crear cosas que mi entorno requiere. Pero no hay una salida, ni resolución de problemáticas de lo que ocurre en salud y educación. El mundo del emprendimiento en Chile tiene una desconexión total y poca resolución de una problemática real. Falta hacer cosas mucho más sencillas, hoy estamos tratando de imitar a Silicon Valley y en realidad somos más cercanos a un país africano, donde tenemos que resolver problemas de ese estilo”.
¿Qué espera de Algramo para los próximos 10 años?
“Buscamos poder llegar a tiempo. ¿Qué significa? Que en 2030 se haya reducido la cantidad de envases y para eso decimos que nuestra meta para 2025 es tener las principales economías del mundo más contaminantes. Para nosotros, lo que vemos para adelante es tener implementado este reto en nuestros partners y buscamos nuevas marcas y locales. Ojalá sea como un estándar”.