¿Estás naufragando en tu vida online? Cómo sobrevivir al tsunami de notificaciones
En promedio, el número de correos electrónicos sin leer que acumulamos en nuestra bandeja de entrada es de 1.602, y la cantidad de mensajes de Whatsapp vistos, pero sin responder, es de 47.
Existen cargas más o menos pesadas pero, en todos los casos, esas demandas sin atender son un peso cognitivo que nos agota. Alguien espera algo de nosotros… y sus plegarias probablemente nunca serán atendidas.
Buena parte de esas peticiones irán a parar a un cajón llamado Ruido: todo lo que no requiera una respuesta inmediata o exija cierta reflexión, todo lo que llegue en un mal momento o sea demasiado largo y que quedará sin respuesta. Porque al día siguiente tendremos una nueva ola de demandas urgentes que gestionar.
EL DAÑO DEL PILOTO AUTOMÁTICO
Entre el e-mail, WhatsApp, Instagram, Slack o cualquier otra aplicación de mensajería instantánea, vivimos bajo el bombardeo de mensajes que van y vienen – ya sean sociales o laborales. En algún momento del día activamos la función de Ruido y respondemos con el piloto automático. “Nos hemos convertido en máquinas empáticas de reaccionar”, avisa Geert Lovink.
Pero hasta las máquinas necesitan ser desconectadas. “Nuestro cerebro no es muy bueno cambiando de contexto y se agota. Chequear constantemente el correo y hacer scroll en el teléfono para mantener al día nuestras conversaciones en las diferentes plataformas reduce nuestra capacidad cognitiva”, observa Cal Newport, profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad de Georgetown, Estados Unidos.
Un estudio sobre teletrabajo publicado en Computers in Human Behaviors en 2021 advertía que “el ruido digital genera confusión, pérdida de control, estrés, un procesamiento poco eficaz de la información e, incluso, un incremento de los síntomas depresivos”.
En esas circunstancias, los neurocientíficos aseguran que es más difícil codificar los recuerdos. Si a eso sumamos que estamos saliendo de una pandemia donde hemos vivido muchos días iguales, es fácil entender que nos cueste recordar algo específico ante tanta uniformidad. Según Kantar, si en 2016 mirábamos el teléfono, como promedio, 80 veces en un día, en 2021 ya lo hacíamos 262 veces. En Estados Unidos, sólo el 43% de las personas afirma que ha leído todos los mensajes que les envían. Así, hemos empezado a olvidar pequeñas cosas: nombres, lugares que hemos visitado, títulos de libros que hemos leído, anécdotas que hemos contado muchas veces.
ENCONTRAR UN SALVAVIDAS
Para reducir las interacciones que van y vienen, algunos expertos le asignan valor al acto de ignorar mensajes y abandonar en Internet las reglas de urbanidad propias de una conversación cara a cara, incluso los “gracias”, “hola”, “hasta luego” desconcentran, agotan y obligan a contestar de vuelta.
Cal Newport es uno de los expertos que recomiendan hacer “triaje” de mensajes. En su último libro Un mundo sin correo electrónico describe las dinámicas de comunicación que nos atrapan en el trabajo. “Mi objetivo no es eliminar el correo electrónico, sino el estilo de trabajo que se ha construido en los últimos años sobre la base de cadenas interminables de mensajes, todos urgentes”. Newport propone reestructurar el trabajo en equipo, de manera que no dependa de las interacciones de mensajería instantánea o de email. “Necesitamos procesos alternativos de colaboración que no impliquen mantener vivo el tráfico de mensajes. Algo tan simple como regular unas horas de oficina en que la gente pueda intercambiar cara a cara en lugar de enviarse correos electrónicos podría eliminar cientos de mensajes a la semana, que de otra forma habría que leer y responder a la mayor celeridad posible”.
Considerado por The New York Times como la Mari Kondo de la tecnología, Newport es el creador de un método que él ha llamado de “trabajo profundo”: su teoría demuestra que trabajar concentrado y sin distracciones es el único modo de crear cosas nuevas y valiosas.
EL MOVIMIENTO SLOW
Carl Honoré es uno de los líderes mundiales del movimiento Slow (Lento). Hace más de 15 años empezó a abogar por desacelerar, parar, respirar. Asegura que, en un mundo de adictos a la velocidad, nuestro superpoder es la lentitud y aboga por aplicar los principios del movimiento Slow a la tecnología.
“Despacio significa poner la calidad por encima de la cantidad, estar presente, saborear los minutos y los segundos en lugar de contarlos, dedicar tu tiempo y energía a las cosas que realmente importan, y hacer todo lo mejor, y no lo más rápido, posible”, argumenta.
La primera idea de crear una versión más lenta de Internet surgió en 2010, justo cuando coincidieron en este mundo la banda ancha y los smartphones, y empezamos a vivir intensivamente conectados. El movimiento llegó a diseñar varios proyectos de slow web, definidos por el escritor Jack Cheng como “una filosofía de diseño internacional que, en principio, cortocircuitaría la asunción de una vida de 24 horas online”. En 2016, ya declarada la muerte de los blogs, Cheng escribió: “Todos los ejemplos de slow web han fracasado, y la fast web es más rápida, frenética y adictiva que nunca. La versión lenta de internet ha muerto”.
Sin embargo, entre 2019 y 2022, han surgido otros proyectos como Slow Messenger, creado por Near Future Laboratory; y Minus, la red social finita, que solo te permite publicar 100 posts en toda tu vida. Todas han surgido de la convicción de que Internet, tal y como la conocemos hoy, es imposible de seguir.
En 2022 la lentitud es una idea subversiva.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad