Cómo sentirse vivo otra vez: 4 consejos para recuperar el gozo de vivir
“Sal a caminar”, decía el Post-it colocado en un lugar destacado encima del escritorio de Katherine May.
La escritora británica, autora del exitoso libro Invernando, había enfrentado épocas cada vez más duras en el punto álgido de la pandemia. Estaba aburrida, inquieta, agotada. Ya no podía optar por el ritual que acostumbraba —caminar— ni tampoco otras actividades que antes le agradaban: recoger piedras bonitas de la costa, nadar en el mar, disfrutar de un buen libro.
“No había nada que hiciera que el mundo me pareciera interesante”, dice May. “Sentía como que mi cabeza estaba llena y vacía al mismo tiempo”.
En su libro más reciente, Enchantment (Encantamiento), la autora describe una serie de acciones sencillas, como escribir aquella nota, que le ayudaron a descubrir las pequeñas cosas que la llenaban de fascinación y asombro y que, a su vez, la hacían volver a sentirse viva.
“Tienes que seguir intentando hasta que sientes ese cosquilleo que te dice que has hallado algo que te resulta mágico”, dijo May. “Es a prueba y error”.
¿Cómo lo logró? La escritora comparte sus mejores consejos.
1. Presta atención al mundo que te rodea
“Permítete superar esos pensamientos que te dicen que algo es bobo o inútil o una pérdida de tiempo o que estás demasiado ocupado para hacer algo”, dice May. “En lugar de ello, date permiso para desearlo en primer lugar: anhelar ese contacto con lo sagrado y esa sensación de ser capaz de estar en comunión con algo más grande que tú”.
Ponerse en un estado de asombro es parecido a utilizar un músculo, dice. Ponte en esa mentalidad con más frecuencia y poco a poco se volverá más fácil. Primero, hay que “rendirse a la fascinación” que sientes en los momentos cotidianos. Por ejemplo, cómo la luz del sol se refleja en las paredes de tu hogar o a través de las hojas de un árbol.
Pero no lo fuerces. La clave es seguir buscando cosas que te hagan maravillarte, y confiar en que las vas a encontrar. Puede que lo que te resulta placentero sea muy simple: puede ser tan simple como experimentar asombro al examinar un pequeño insecto en tu jardín. “Nos hemos contado a nosotros mismos que todo tiene que ser grandioso”, dice la escritora. “En realidad, podemos solo relajarnos y vivir vidas bastante pequeñas”.
2. Hazte una pregunta simple.
En lugar de pensar qué será lo que te parece cautivante –algo que podría ser difícil de contestar–May sugiere preguntarte algo distinto: ¿Qué te reconforta?
Puede que sea ir a dar un paseo. O visitar un museo de arte. Tal vez te reconforta mirar el modo en el que las nubes cambian de forma. Sea lo que sea, busca una manera de hacerlo.
Todas las mañanas May sale a oler el aire “como un perro”, dice riendo. Toma nota del color del cielo y del modo que su piel se siente en el aire fresco. Para algunas personas, ese momento reconfortante puede hallarse en un lugar de culto, como una iglesia, sinagoga o mezquita, o en mirar la luna.
“La luna es hermosa y cuando la ves no puedes evitar darte cuenta de las estrellas y los planetas que están allá en el firmamento”, dice la autora. “Es simplemente algo agradable, encantador que hacer. Todos los días. Y es muy sencillo”.
3. Contempla y reflexiona… a tu propia manera.
Si quieres pasar más tiempo en tus reflexiones, pero te preocupa hacerlo de la manera “correcta”, deja a un lado esa preocupación.
“Llegas a un punto en la vida en que piensas, ‘Esto es sencillamente imposible’”, dice May. “Durante mucho tiempo pensé: ‘He fracasado. Obviamente debería ser capaz de lograr esto’”. Con el tiempo llegó a darse cuenta de algo: el problema no era que no se esforzara lo suficiente por meditar, sino que las reglas no estaban hechas pensando en ella. Habían sido creadas por alguien que nunca había estado en sus zapatos.
Ahora medita de una forma distinta. A veces lo hace durante cinco minutos a mitad de la noche o cuando camina en el bosque. “Para mí el objetivo nunca ha sido dejar la mente en blanco”, dice. “Sino de emprender un tipo de esfuerzo más lento para procesar todas esas cosas que te inquietan en un rincón del cerebro”.
4. ¡Hazlo porque se siente bien!
No necesitas más datos ni otra razón de peso para hacer algo que te da alegría.
Por ejemplo, si bien en un principio May tomó una clase de apicultura para aprender a hacer miel en casa, esta meta perdió urgencia cuando como estudiante se llenó de asombro. El disfrute de todo —conectar con sus maestros y compañeros, los deleites sensoriales— superaban cualquier ambición práctica.
“Quiero tomarlo despacio, absorber mis clases por la piel y los oídos, que a veces me piquen”, escribió de la experiencia. Y describió así el asombro que halló en la clase: “Son tan bulliciosas cuando cantan juntas, y el olor de la miel y el propóleo, el humo, la forma en que la caja entera vibra en tus manos, es bastante rotunda, esta interacción entre humano y abeja”.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad