¿Subirse a un ascensor después de la pandemia? Una tema nada de trivial para cuando volvamos a las oficinas
Las consecuencias de la pandemia se están haciendo notar en aspectos de la vida cotidiana que, antes del COVID-19, jamás nos habríamos cuestionado. Después de todo, ¿cuándo fue la última vez que te detuviste a pensar en el proceso de tomar un ascensor?
Y es que ese es uno de los enigmas que están preocupando a los empleadores y gerentes de todo el mundo: los viajes en ascensor. A pesar de no durar más de unos cuantos segundos, ya se están redactando estrictas reglas que controlarán su uso post pandemia: límites de no más de 4 pasajeros en su interior (dependiendo del tamaño), mascarillas obligatorias, distanciamiento social riguroso y ni siquiera intentes iniciar una conversación… podrían quedar prohibidas.
EL MOMENTO DE LOS “CONSULTORES DE ASCENSORES”
Estos reglamentos no se construyen solos. Algunas compañías están contratando “consultores de ascensores” para determinar la mejor manera de llevar a miles de personas a sus escritorios, considerando el riesgo de la densidad al interior de los ascensores y la multitud de pasajeros que deberán esperar su turno, con al menos 2 metros de distancia entre cada uno.
La preocupación que despierta esta encrucijada también ha requerido el consejo de otros expertos: los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC en inglés), por ejemplo, planean presentar pronto una guía completa para ascensores y escaleras eléctricas.
Sus recomendaciones abarcan múltiples aspectos de cada actividad. En el caso de las escaleras eléctricas, se aconsejará que haya un pasajero por cada dos escalones, así como un desinfectante de manos en la parte superior. En el caso de los ascensores, se recomendará limitar el número de pasajeros, utilizar flechas que muestren diversos caminos para subir o bajar, y letreros que insten a la gente a “no hablar a menos que sea necesario”, dice Nancy Clark Burton, higienista industrial de alto nivel de los CDC que están desarrollando la nueva guía.
LA CIENCIA DETRÁS DE LAS REGLAS
Aunque para algunos las medidas parezcan exageradas y hasta ridículas, estos cambios son el resultado del análisis de la evidencia científica. El COVID-19 es más transmisible cuando las personas están en lugares estrechos, especialmente en interiores, donde las gotículas invisibles pueden viajar de una persona a otra, a través de una simple conversación, aparentemente inocua.
Richard Corsi, Decano de ingeniería e informática de la Universidad Estatal de Portland, Estados Unidos, ha calculado la cantidad de virus que quedaría suspendido en un ascensor si una persona infectada subiera 10 pisos, tosiera una vez y hablara por teléfono. Según sus estimaciones, después de salir del ascensor (momento en el que también saldrían algunas de las emisiones del virus), aproximadamente el 25% de la descarga de la persona permanecería ahí cuando el ascensor vacío regresara al primer piso.
Dadas todas las incógnitas sobre el coronavirus – como cuánto se necesita para causar la enfermedad y cuántas partículas llegarían a los pulmones de otro pasajero – Corsi no pudo determinar la probabilidad de transmisión exacta. Sin embargo, planteó que la excreción de una persona infectada sin protección facial, haría que el ascensor fuera mucho más riesgoso que cualquier otro lugar confinado, incluso en interiores. “Habría de 100 a 1000 veces más partículas por litro de aire”, estimó.
DISTANCIAMIENTO SOCIAL EN METROS CUADRADOS
Quizás ya te diste cuenta del mayor desafío de los ascensores post pandemia: si bien todos son distintos, las dimensiones estándar de los ascensores comerciales no están diseñadas para cumplir con las normas sanitarias de distanciamiento social.
Un ascensor debe tener, al menos, 130 centímetros de profundidad y 172 centímetros de ancho (es decir, 1.30 metros por aproximadamente 1.70 metros). Esto significa que incluso en los ascensores grandes, los pasajeros no pueden estar a 2 metros de distancia.
“Más bien de 90 a 120 centímetros”, dijo Douglas Linde, presidente de Boston Properties, que posee edificios emblemáticos de Estados Unidos, como la Torre Prudential en Boston, el edificio de General Motors en Nueva York y la Salesforce Tower en San Francisco. “Pero, reitero, usas mascarillas y no hablas con otros”, dice.
Corsi concuerda. Su consejo: “Estar lo más lejos que puedas diagonalmente en el elevador sería bueno… y no hablar”, repitió. “Esto debe ser parte de la nueva etiqueta. Deberían poner grandes letreros en el elevador: NO HABLAR”.
UN PROBLEMA MATEMÁTICO DIGNO DE HARVARD
Linde informó que su compañía, Boston Properties, contrató los servicios de consultoría de Joseph Allen, profesor adjunto de la Universidad de Harvard, quien se especializa en la calidad ambiental en interiores, y de expertos en el manejo del tráfico en ascensores. Necesitaban ayuda para resolver un problema matemático: ¿cuál debería ser el límite de capacidad de los ascensores para que la gente que espera en el vestíbulo para subir no provoque una congestión?
Los consultores calcularon que 4 personas podría ser un límite confiable incluso en los edificios más altos, siempre que la ocupación total del edificio se mantuviera por debajo del 60%. De lo contrario, la gente tendrá que esperar demasiado tiempo.
Linde sostiene que menos del 60% de ocupación parece razonable, dado que algunas ciudades aún no permiten el funcionamiento total de los edificios, y muchas empresas aún promueven y fomentan el trabajo remoto.
Pero otras empresas se muestran reticentes ante estas medidas. Para ellas, los límites del número de pasajeros ponen a prueba la paciencia y prometen más seguridad de la que se puede garantizar.
“No puedo darte los 2 metros en un ascensor, tendrías que tener a alguien en el techo y a alguien en el piso”, dijo Andrew Hardy, jefe de operaciones de JEMB Realty, una compañía privada que posee y opera propiedades, incluyendo un edificio comercial de 33 pisos en el distrito financiero de Nueva York. “Nuestro letrero dirá: ‘Al entrar a los ascensores recomendamos usar su mejor criterio’”, dijo Hardy. “Si llega un ascensor y 2 o 3 personas están en él y te sientes cómodo, entrarás, y si no te sientes cómodo, espera al siguiente”.
“Si pongo dos círculos en un ascensor y entran cuatro personas, ¿qué voy a hacer, arrestarlas?”, concluye.
UN GOLPE PARA LOS BIENES RAÍCES
Toda esta campaña por hacer del ascensor un lugar seguro para los miles de trabajadores y trabajadoras que esperan volver a sus oficinas refleja la nueva realidad a la que se enfrentan los edificios de oficinas, tras la aparición del virus.
Hoy, muchas empresas están evaluando si realmente necesitan tener oficinas costosas en el centro de la ciudad si sus empleados y empleadas pueden trabajar desde casa. Por lo mismo, los propietarios están dedicando todos sus esfuerzos en lograr que sus edificios se sientan lo más acogedores y seguros posible.
JEMB Realty está construyendo un nuevo rascacielos comercial en Brooklyn, Nueva York que tendrá una nueva tecnología de ascensores sin contacto: una tarjeta o llavero que permite a los locatarios pasar por un torniquete, lo cual llama automáticamente un ascensor para que los lleve a sus pisos. Hardy dijo que esa tecnología fue planeada antes del COVID-19, pero que el ascensor sin contacto se volvería mucho más común ahora.
Sin embargo, no hay mucho más que se pueda hacer respecto a los ascensores. Para facilitar los accesos y reducir las largas esperas, algunos edificios están considerando el uso de escaleras entre algunos pisos, mientras otros están pidiendo a sus locatarios que distribuyan en tramos las horas de entrada de los empleados.
“Imagina si tienes un edificio de oficinas de 30 pisos en Nueva York y estás tratando de que entren 5.000 personas de las siete a las nueve de la mañana”, dijo Brian Jennings, director de CBRE, uno de los mayores operadores de bienes raíces comerciales del mundo. Según él, la seguridad en el ascensor se clasificó como una de las cinco principales preocupaciones entre los clientes.
Otras ideas destacan la necesidad de utilizar tecnología de punta: incluyen una mejor ventilación del aire, el uso de luz ultravioleta para matar gérmenes, y superficies antimicrobianas que combatan directamente al virus.
“No puedo pensar en nada comparable a esto”, dijo Lee Gray, historiador de elevadores de la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos. “Esta es la habitación más pequeña del mundo y no quiero estar ahí con alguien más”.
Suena exagerado, pero ante el riesgo que supone un brote de contagios en pleno centro de operaciones de una empresa, más vale ser precavidos. Hoy, a medida que los países se preparan para un lento retorno a la “normalidad”, el desafío es mayor que nunca – y ningún detalle debe quedar al azar, menos los ascensores.
Por Equipo Espacio Mutuo
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