“Les damos herramientas a los estudiantes para movilizarse ante el dolor ajeno”
Contenido de El Mercurio en colaboración con Espacio Mutuo
Andrea Henríquez | Fundadora Volando en V
Una dolorosa experiencia de maltrato escolar ocurrida en 2011 motivó a Andrea Henríquez, hoy de 23 años, a impulsar Volando en V. “Vivía en otro país y fue un bullying cada vez más masivo, se fue involucrando gente de otros colegios y empezó a ser por redes sociales. Fue físico, social y psicológico y agarró mucho vuelo. El colegio intentaba hacer cosas, algunas de ellas funcionaban pero no por completo”, relata.
La molestaban hasta el patio del colegio y le daban papeles con insultos. “Esto terminó cuando el colegio tomó medidas más extremas, suspendieron a algunas alumnas y terminó siendo tan público que las de 4º medio, que no me conocían, nos hicieron una intervención que, desde su cercanía, implicó 100% la solución: me pidieron perdón y se calmó la situación”, recuerda.
Tres años después, Andrea se acercó a la directora del colegio para ofrecerle replicar este modelo de intervención, ya que veía que la situación se estaba repitiendo con alumnas más pequeñas. Así nació la semilla de Volando en V; al año siguiente volvió a Chile y ofreció instalarlo en su nuevo colegio, con muy buena recepción.
“En 2016, me empezaron a llamar de muchos colegios y empezó a agarrar vuelo, llegando a lo que es hoy. En 2017 lo hicimos fundación y ahora es mucho más profesional que la simple idea que tenía cuando era chica”, explica y subraya que ella misma debió pasar por un proceso personal de superación, para sobreponerse a su dolorosa historia: “Mi familia fue clave, de a poco fui entrando en paz y pude armar un relato que me hiciera sentido y que me hiciera sentir cómoda”.
Formando empatía
Hoy la fundación tiene un equipo formado por personas con experiencia en el mundo educacional y la psicología y Andrea se convirtió en presidenta del directorio. Hoy estudia Ciencias Políticas en la Universidad Católica y ha recibido los premios Mujer Impacta 2018 y Espíritu UC 2019.
La estructura básica del programa Volando en V dura cuatro años y se adapta a la realidad del colegio, su plan formativo y la realidad ciudadana. “La idea es formar equipos de estudiantes líderes entre los mayores del colegio para que ellos intervengan sistemáticamente en los más chicos, modelando y enseñando valores de convivencia y conductas prosociales. No ponemos el foco en la víctima o agresor, sino que le entregamos herramientas concretas al resto de estudiantes para movilizarse cuando ven el dolor ajeno. Les enseñamos a ser empáticos y eso es algo que les repercute para siempre”, explica.
El proceso involucra a profesores, apoderados y asistentes de la educación e incluye la aplicación de mediciones de clima escolar que permiten evaluar qué pasa en cada uno de los cursos y detectar sus índices de victimización.
La pandemia las ha obligado a adaptarse. El equipo se reúne una vez a la semana con los líderes de los colegios vía Zoom: “Nuestro mayor foco está hoy en el acompañamiento. De partida, los niños no han dejado de convivir, sino que la forma en la que lo hacen mutó. Los niños están súper acostumbrados a las relaciones digitales y hoy estas relaciones empiezan a ser protagónicas. Es súper importante entender que la convivencia sigue siendo una prioridad y tienen sus propios desafíos y eso implica que los papás y mamás deben tener un rol muy activo en el acompañamiento de este espacio digital, donde hay que enseñarles que ciertos valores que aplican al mundo presencial también lo hacen en el digital”.
Cree que, tras el covid-19, el futuro va a ser semipresencial y que lo digital tendrá más relevancia. “Estamos apuntando a que todo lo que generamos se pueda implementar tanto de manera presencial como virtual para poder reaccionar lo que venga el próximo año y a futuro también para llegar a colegios más lejos y con menos posibilidades”, sostiene.