Escuchar, el arte perdido
Betty Bigombe llevaba ya casi 13 kilómetros caminando a través de la jungla, y aún no encontraba señales de vida. Y no es que no estuviera familiarizada con las excursiones largas – durante su infancia en el norte de Uganda, caminaba 7 kilómetros para llegar al colegio (y luego 7 más para volver a casa). Vivía con apenas una comida al día, en una finca comunitaria donde su tío tenía 8 esposas.
Ahora trabajaba para el Parlamento de Uganda, y acababa de asumir un desafío que ninguno de sus colegas se había atrevido a intentar: hacer las paces con el jefe del ejército rebelde.
LA “MAMÁ” DEL TERROR
Joseph Kony era el líder del Ejército de Resistencia del Señor (ERS). Él y su grupo rebelde serían eventualmente responsables del asesinato de más de 100.000 personas, el secuestro de más de 30.000 niños y niñas, y el desplazamiento de más de 2 millones de ugandeses.
A comienzos de los 90’, Bigombe convenció al presidente del país de que la enviara a detener la violencia, o al menos intentarlo. Pero cuando tras meses de esfuerzo, finalmente logró hacer contacto con los rebeldes, estos se mostraron ofendidos ante la idea de negociar con una mujer.
Aun así, Bigombe negoció su camino hasta obtener permiso para encontrarse con Kony en persona. Pronto, el jefe militar se refería a ella como “mamá”, e incluso accedió a abandonar la jungla para iniciar las conversaciones de paz. Aunque la violencia se mantuvo, abrir la mente de Kony a la conversación fue un logro sin precedentes y, de hecho, Bigombe fue nombrada Mujer del Año por su increíble trabajo.
¿Pero cuál fue su secreto para lograr comunicarse con Kony y su gente? La clave, según explica ella misma, no fue persuadirlos ni presionarlos – sino escucharlos.
UN ARTE EN RETIRO
Considera lo escaso que es el acto de escuchar: es común que los médicos interrumpan a sus pacientes a los 11 segundos, aunque los pacientes necesiten 29 segundos en promedio para describir sus síntomas. Y entre los gerentes que habían sido calificados como los peores oyentes por sus empleados, el 94% de ellos se evaluaron a sí mismos como buenos o muy buenos oyentes. En una encuesta, un tercio de las mujeres dijo que sus mascotas escuchaban mejor que sus parejas.
Escuchar bien es más que simplemente hablar menos – es un conjunto de habilidades para preguntar y responder. Y se comienza mostrando más interés en los intereses de otras personas, en lugar de tratar de juzgar su estado o probar el nuestro.
LA SOLUCIÓN NO ES DAR SOLUCIONES
Por supuesto, limitarse a escuchar puede ser una tarea difícil… especialmente cuando estamos intentando que la gente cambie. Incluso si tenemos las mejores intenciones, es fácil caer en el modo “predicador” – como un abogado que hace su argumento de cierre o un político que da un discurso.
Al fin y al cabo, es nuestra naturaleza: los psicólogos William Miller y Stephen Rollnick denominaron como “reflejo de corrección” a nuestro deseo de solucionar problemas y ofrecer respuestas, y aunque es un sentimiento muy noble, no necesariamente es lo que hace falta. Sí, claro que las personas quieren que un médico les arregle sus huesos rotos – pero cuando el problema está en sus cabezas, a menudo desean empatía y compasión en lugar de soluciones concretas.
En una serie de experimentos, interactuar con un oyente atento, empático y sin prejuicios hizo que la gente se sintiera menos ansiosa y a la defensiva. Sintieron menos presión para evitar contradicciones en su pensamiento, lo cual los animó a explorar sus opiniones más profundamente, reconocer sus matices y compartirlas de manera más abierta.
Estos beneficios también surgen en grupos – tanto en organizaciones gubernamentales, empresas de tecnología y colegios, las actitudes de las personas se vuelven más complejas y menos extremas después de sentarse en uncírculo de escucha, donde una persona a la vez sostiene un bastón -que le da el derecho a hablar- y todos los demás se dedican a escuchar con atención. Es más, los psicólogos recomiendanpracticar esta habilidad sentándose con personas a las que a veces nos cuesta entender.
NO TRATES DE SER INTELIGENTE
La mayoría de las personas se esfuerzan en parecer inteligentes. En cambio, los grandes oyentes están más interesados en hacer que sus audiencias se sientan inteligentes.
Eso es lo que Betty Bigombe se propuso hacer en Uganda. Comenzó a viajar por áreas rurales para visitar campamentos de desplazados internos. Supuso que algunos podrían tener parientes en el ejército de Kony y podrían saber de su paradero. Aunque no había sido entrenada en entrevistas motivacionales, entendía intuitivamente la filosofía – en cada campamento, anunció a la gente que no estaba allí para darles lecciones, sino para escucharlos.
Su curiosidad y humildad tomó por sorpresa a los ugandeses. Otros pacificadores habían llegado para ordenarles que dejaran de luchar: habían predicado sobre sus propios planes para la resolución de conflictos y criticado los esfuerzos anteriores que fracasaron.
Pero Bigombe, política de profesión, no les dijo qué hacer – se sentó durante horas frente a una fogata, tomando notas y repicando de vez en cuando para hacer preguntas. «Si quieres insultarme, no dudes en hacerlo», dijo. «Si quieres que me vaya, lo haré». Para demostrar su compromiso con la paz, se alojó en los campamentos, a pesar de que carecían de alimentos suficientes y de saneamiento adecuado. Invitó a las personas a ventilar sus quejas y sugerir medidas correctivas que se debían tomar.
Le dijeron que era raro y reconfortante que un extraño les diera la oportunidad de compartir sus puntos de vista. Ella los empoderó para generar sus propias soluciones, lo que les dio un sentido de propiedad. Finalmente, dejaron de resistirse a su presencia.
La gente de los campamentos terminó llamándola «megu», que se traduce literalmente como «madre». También se usa como un término cariñoso para los ancianos. Otorgar este apodo honorífico fue particularmente sorprendente dado que Bigombe representaba al gobierno, que era visto como el opresor en muchos de los campos. No pasó mucho tiempo antes de que la gente se ofreciera a presentarla a los coordinadores y comandantes del ejército guerrillero de Joseph Kony.
Tras su experiencia en la guerrilla de Uganda, y considerando todo el conocimiento que nos entregó sobre la comunicación eficiente, empática y efectiva, ¿qué reflexión final nos deja la valiente Betty Bigombe? Pues, en sus propias palabras: “Incluso el diablo aprecia que lo escuchen”.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad