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¿Podemos conciliar familia y trabajo?
Una colaboración de Universidad Autónoma de Chile
Para Espacio Mutuo
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Artículo desarrollado por la Dra. Ana Kinkead B.
Universidad Autónoma de Chile
Una persona adulta se mueve, por lo general, entre dos grandes esferas: su familia y su trabajo, que además configuran la matriz de su interacción en sociedad. Sus sueños, preocupaciones, responsabilidades y conflictos transitan en gran parte entre ambas, impactando el bienestar emocional y general.
Pero, ¿por qué a veces nos sentimos angustiosamente atrapados en alguno de estos dos mundos?
Los cambios que acompañan a la modernidad, como el incremento de la participación laboral femenina, la transformación demográfica, la disponibilidad del servicio de salas cuna y la evolución de los tipos de hogares, ciertamente han generado transformaciones en nuestros espacios sociales afectando también nuestro núcleo familiar.
Los investigadores lo denominan tensión de roles. Cada esfera -la familia y el trabajo, por ejemplo- tiene sus propias demandas, necesidades y objetivos, que en su conjunto llegan a competir entre sí por el tiempo y la energía que destinamos a cada una. Cuando no se logra un equilibrio, surge la sensación de no estar haciendo bien las cosas o que se descuida una de ellas ya sea por falta de tiempo, de ganas o de permanentes cambios de prioridades.
Estudios recientes, y otros no tanto, plantean que cuando transcurren largos periodos viviendo bajo estas tensiones también se terminan tensionando nuestras relaciones cercanas y se presentan síntomas de ansiedad y depresión.
En las ciencias sociales existe toda una línea de investigación que sugiere alternativas para la conciliación de estas dos esferas relevantes. Algunas dirigen su mirada hacia las normativas y políticas de las organizaciones y otras a las características personales.
Sobre este último punto, vale la pena detenernos con algunos consejos para ayudar a minimizar esos conflictos.
- Enumera por orden de importancia las actividades prioritarias en cada esfera. Te ayudará a organizar el tiempo que dedicas, lo que también significa comprender que es posible no cumplirlas si no son estrictamente necesarias.
- Crea una rutina en la que puedas dedicar el tiempo preciso a cada esfera de acuerdo con el ámbito en que estés. Por ejemplo, si llegas a casa y tu prioridad es estar con tus hijos, que sea sin cambios ni interrupciones. Estar presente de cuerpo y mente en una conversación con alguien que nos importa es vital para la comunicación y fortalece los vínculos cercanos.
Si una vez a la semana debes trabajar hasta tarde, llega a un acuerdo con tu familia de emplear eficientemente ese tiempo, lo que favorecerá que puedas realizar tus actividades sin interrupciones y sobre todo sin culpa.
- Si vives con tu pareja u otras personas adultas en el hogar, dependiendo de la edad, comunica la importancia de compartir las tareas y responsabilidades. Ayuda a distribuirlas de tal forma que todos sientan que todos cooperen porque el beneficio final es para todos.
En otras palabras, quitarse la capa de superhéroe y reconocer que el trabajo colaborativo trae más beneficios que el trabajo competitivo o individual.
- En el trabajo, planifícate con metas realistas y si necesitas más tiempo usa todas las alternativas disponibles, como solicitar ayuda, información o definir plazos. Mantener una rutina no significa ser inflexible ante imprevistos.
- Descansa. De verdad es tan importante como alimentarnos y no tiene por qué estar asociado a la culpa si somos justos con nosotros mismos ni nos evaluamos con un ideal que resulta imposible de alcanzar.
- Toma tu tiempo para reflexionar si estás o no en una situación de conflicto de roles entre tu trabajo y tu familia. Darse cuenta de eso es el primer gran paso para lograr la conciliación y transitar hacia un mundo de alternativas y soluciones que están en tus manos y de las que no te habías dado cuenta.