Necesitamos sentir más Orgullo: aprender a conectar con tus logros te hará bien
Imagina un mundo en el que Albert Einstein no sintiera orgullo. Un mundo en el que le pareciera que sus propias teorías eran absurdas, que a nadie le interesaban y que habían sido creadas en vano. Sin orgullo por sus logros, ¿habría tenido la motivación para perseverar y lograr más?
De los 7 pecados capitales, el orgullo es -en muchos sentidos- el más nefasto. En exceso, eclipsa y consume todas las virtudes de la filosofía: autorreflexión, pensamiento crítico, consideración por la comunidad en general y el sentido de la propia falibilidad.
Sin embargo, también existen muy buenas razones para sentir orgullo: aumenta la satisfacción con la vida y la felicidad, así como disminuye las posibilidades de sufrir depresión y ansiedad. El descubrimiento y la creación son sólo una cara de la moneda del éxito: para serlo realmente, tienes que creer que lo has logrado.
NO ES LO MISMO QUE EL AUTOESTIMA
La idea de estos consejos no es que te sientas mejor contigo mismo – eso es autoestima. El orgullo se puede pensar de manera más específica, como la alegría que sientes debido a un logro personal o colectivo. Puedes estar orgulloso de ti mismo o de tu equipo por ganar un juego y, si te identificas con un equipo o un país del que técnicamente no eres parte, de todas formas puedes sentir un orgullo indirecto por los logros de ese equipo o país. La autoestima, por otro lado, representa la evaluación general de uno mismo.
Por supuesto, el orgullo y la autoestima están íntimamente relacionados. Algunos de nosotros vivimos y morimos con cada logro y fracaso, provocando fluctuaciones sorprendentes en la autoestima.
Considera, por ejemplo, el trastorno bipolar, en el que los períodos de bajo estado de ánimo crónico se intercalan con fases de energía intensa. Los pacientes con este diagnóstico presentan un sentido del yo particularmente inestable. Para ellos, una victoria mundana puede generar sentimientos de ser asombrosos, mientras que una derrota ordinaria puede provocar una sensación devastadora de ser una persona terrible, desencadenando un episodio maníaco o depresivo, respectivamente.
Sin embargo, la mayoría de las personas cultivan un sentido de autoestima al contar sus victorias y derrotas. Por ejemplo, podrías enorgullecerte de jugar bien en un partido de fútbol: si juegas bien consistentemente, probablemente llegarás a inferir que eres un buen jugador de fútbol, alimentando así tu autoestima. En esencia, uno no puede experimentar un alto grado de autoestima sin experimentar primero ese orgullo momentáneo.
LA MALA REPUTACIÓN DEL ORGULLO
Al considerar el orgullo, muchas personas llegan a la conclusión de que deben ser narcisistas. Temiendo la arrogancia y la sobreestimación de sus habilidades, simplemente se abstienen. Sentirse orgulloso es ser engreído o peor, temen. Especialmente si eres católico, el orgullo implica una especie de carácter pecaminoso.
Sin embargo, el narcisismo patológico (el diagnóstico psiquiátrico formal es el trastorno de personalidad narcisista) no es lo mismo que ser orgulloso. El narcisismo está relacionado con un sentido exagerado de la importancia personal. Por ejemplo, el narcisismo no es sentirse orgulloso de uno mismo por sacar la nota máxima en una prueba; es sentirse orgulloso de ti mismo por supuestamente ser la persona más inteligente en cualquier habitación donde te encuentres. Pero puedes sentirte orgulloso de un logro sin generalizar demasiado tu valor. Por ejemplo, aunque sepas que sobresales en tu clase de matemáticas, eres consciente de tus dificultades en inglés. El orgullo excesivo se puede etiquetar como narcisista, pero la variedad de orgullo en que uno también considera sus limitaciones es cualquier cosa menos patológica. El miedo a que el orgullo se transforme en narcisismo se vuelve menos aterrador cuando comprendes que el orgullo es manejable.
Los psicólogos estadounidenses Jessica Tracy, Richard Robins y sus colegas distinguen además entre el “orgullo auténtico”, que se basa en cosas específicas que has logrado a través del esfuerzo, y el “orgullo arrogante”, que se relaciona con una autoevaluación grandiosa más general. Al igual que el individuo con trastorno bipolar, cuya autoestima cambia con cada intento y resultado, Tracy y Robins argumentan que el orgullo arrogante es una forma de generalización excesiva, en la que el orgullo auténtico escala y se transforma en arrogancia: en lugar de percibirse a sí mismo como un buen jugador de baloncesto, te concibes como el mejor de todos. A menudo, cuando las personas piensan que el orgullo es inútil, es esta última variedad lo que tienen en mente.
EL ORGULLO ES CLAVE PARA EL BIENESTAR
¿Qué pasa si, en dosis más pequeñas, el orgullo, específicamente el auténtico, no sólo es bueno sino también necesario? ¿Qué pasa si, sin él, dejamos de preocuparnos por nosotros mismos? El orgullo es la alegría de saber que has logrado algo que consideras significativo, generalmente porque también es significativo para la comunidad en general (aunque no necesariamente). El orgullo se puede encontrar en el estudiante que mejoró su calificación en la clase de matemáticas, la madre que calma a su hijo con cólicos o el jugador de fútbol cuyo equipo gana el Mundial. El orgullo está en lo ordinario y lo extraordinario. Lo más importante es que el orgullo ayuda a formar la base de la salud mental. La gente tiende a imaginarse una vida con demasiado orgullo, pero no llega a considerar una vida sin él.
De hecho, la incapacidad de sentirse orgulloso de uno mismo está relacionada con varios trastornos clínicos. El trastorno depresivo mayor implica una sensación de vacío y una incapacidad para sentir alegría en cualquier logro en particular. Las personas con trastorno límite de la personalidad (que involucra el pensamiento en blanco y negro, un sentido de identidad inestable y problemas crónicos con la regulación emocional) generalmente se percibirán a sí mismas como totalmente malas y sin valor: tenderán a explicar de más sus logros, ya sea negándolos por completo o atribuyéndolos únicamente a las circunstancias. Y el trastorno obsesivo compulsivo se caracteriza por dudar de sí mismo, lo cual debilita la capacidad de sentir orgullo.
Por el contrario, permitirse sentir orgullo aumenta la autoestima, la motivación y la esperanza. Los 3 son cruciales para la propia voluntad de vivir y proporcionan, en parte, los “por qué” que nos ayudan a llevar la carga de nuestro sufrimiento. Cuando nos sentimos orgullosos de un logro, posteriormente formamos el deseo de recuperarlo. Además, el orgullo puede ayudarnos a crear escalas personales de éxito, de modo que cuando logres algo significativo -como escribir un artículo- ahora puedes considerar intentar un esfuerzo más desafiante -como escribir un capítulo en un libro-. Finalmente, un sentido de orgullo nos proporciona autoeficacia, o el sentido de nuestras propias habilidades. Sólo al reconocer que tus logros anteriores son importantes, podrás sentirte capaz de abordar problemas futuros.
Muchas personas que luchan con la autoestima y una aversión al orgullo constantemente descalifican sus aspectos positivos, por lo que, cuando se espera que se desempeñen en un examen o hagan una presentación en público, eluden constantemente el desafío. Sin embargo, apenas comiencen a cuestionar las razones por las que se han prohibido sentir orgullo, lentamente empezarán a ver las pruebas, las presentaciones y cualquier otro tipo de obstáculos como simples barreras que sí o sí podrán superar.
Por Equipo Espacio Mutuo
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