Todos lo necesitaremos algún día: manual para disculparse como un profesional
Empatía y responsabilidad son dos de las claves para pedir disculpas adecuadamente, pero no sirven por separado. Son varios los aspectos que debemos tener en cuenta, desde los emocionales hasta los neurobiológicos.
EL LADO NEUROCOGNITIVO DE PEDIR DISCULPAS
Para disculparse hay que hacer al menos tres procesos distintos según el artículo de Arthur C. Brooks en The Atlantic. El primero es el control cognitivo, que es tomar la decisión de hacerlo y se produce en el córtex prefrontal lateral. Segundo es ponerse en el lugar del otro para entender de qué manera se le ha hecho daño y qué impacto tuvo, lo que exige una unión temporoparietal. Por último, calcular en qué medida las disculpas ayudarán a todos los implicados y no sólo a uno mismo, moviliza el córtex prefrontal ventromedial. En términos simples, la valoración social.
Las disculpas exigen arriesgarse y mostrarse vulnerable. Los investigadores han descubierto que las disculpas entre parejas -que abarcan vínculos románticos, personales y profesionales- son más frecuentes en tres circunstancias: en una relación duradera; entre parejas que disfrutan de mucha confianza; y en los primeros momentos de la relación, cuando se da prioridad a solucionar los problemas para que no acaben con el incipiente romance.
También, se ha demostrado que las personas que están a la defensiva y se sienten incómodas siendo vulnerables -características de apego evitativo– se disculpan menos y peor que los demás. Este dato puede ser útil si es que estás saliendo con alguien: una persona emocionalmente evasiva es incapaz de pedir perdón.
A MEDIAS ES PEOR QUE NADA
La forma de disculparse influye enormemente en las probabilidades de éxito de la disculpa. Para empezar, haz que sea completa, es decir, que sea empática y reconozca el error. Luego, ten presente que una disculpa a medias es incluso peor que nada.
En un experimento en el que se pedía a los sujetos que se imaginaran a sí mismos como peatones atropellados por un ciclista y que evaluaran un acuerdo, las respuestas fueron las siguientes:
- el 52% dijo que definitiva o probablemente aceptaría en seguida dinero en efectivo como arreglo si es que no había disculpas.
- En cambio, cuando el ciclista se disculpaba a medias, por ejemplo, mostrando compasión por las lesiones, pero no admitiendo su culpabilidad, el porcentaje de aceptación descendía al 35%.
- Finalmente, con una disculpa completa -compasión y responsabilidad- el porcentaje aumentó al 73%.
En otros experimentos de este tipo, el reconocimiento de la responsabilidad resulta ser el ingrediente más importante de una buena disculpa. Le siguen el ofrecimiento de reparación y la explicación de lo sucedido. Estos tres componentes, bastante prácticos, son mucho más eficaces que otros mecanismos como pedir perdón o mostrar arrepentimiento.
Puede sorprenderte, pero en realidad no debería. Piensa en las disculpas menos eficaces que hayas recibido, por ejemplo, de uno de esos amigos fiesteros incontrolables. Probablemente sus frases suenan a algo como esto: “De verdad disculpa por haberte dejado plantado otra vez. Me dio mucha pena haberme ido de fiesta de nuevo y haberme despertado perdido en Valparaíso. Esta vez cambiaré de verdad, ¡en serio! Dame otra oportunidad». Es claramente una disculpa inútil.
LAS TRES MÁXIMAS
Ahora que tienes esta información, estás preparado para disculparte adecuadamente y reparar cualquier metida de pata. Solo no pierdas de vista estas tres máximas:
1. Aunque no lo creas: en disculparse hay más beneficios que costos.
Los experimentos demuestran que tendemos a sobrestimar el coste y a subestimar el beneficio de pedir disculpas. En 2014, unos investigadores descubrieron que, cuando las personas se plantean pedir perdón, imaginan que parecen débiles o incompetentes por admitir su culpa, lo que los hace sentir inseguros. Pueden imaginar que se les perdona, pero no piensan mucho en cómo el hecho de estar dispuestos a admitir la culpa podría aumentar la admiración de los demás hacia ellos.
Por supuesto, siempre encontrarás a alguien que no se asombre con ninguna admisión de culpa o debilidad. Pero esas personas suelen ser pésimas parejas sentimentales, malos socios comerciales y tóxicos trolls en las redes sociales, no precisamente la opinión que te interesa.
2. Asume – no parte – sino toda la responsabilidad que tienes.
Todos los días hay un político pidiendo perdón de mala gana. Frecuentemente utilizando la forma: «Si alguien se sintió herido u ofendido por mis palabras, lo siento». Esa es una disculpa a medias, que simpatiza apenas con la víctima y que no asume su culpa. Cuando hayas ofendido a alguien, no digas: «Perdona si se han herido tus sentimientos». En vez de eso di: «Me doy cuenta de que he herido tus sentimientos y te pido disculpas haberlo hecho».
Una buena forma de hacerlo, sobre todo en un contexto profesional, es lo que los académicos llaman admisiones «autodisculpatorias» por parte de los líderes. Por ejemplo, si un director general tiene una crisis que no es directamente de su responsabilidad, debe reconocerla diciendo: «Soy el líder, así que este error es mío y soy responsable de solucionarlo». Los investigadores descubrieron que este tipo de atribución iba seguida de un aumento del éxito empresarial, medida en una alza del precio de las acciones en el año siguiente. Probablemente porque un liderazgo que reconoce sus responsabilidades normalmente busca soluciones y eso inspira confianza.
3. Utiliza el arrepentimiento como una práctica de superación personal.
Uno de los mayores -y más paradójicos- impedimentos para disculparse es la creencia de que las personas no cambian. Las situaciones difíciles e incómodas pueden ser oportunidades de mejora, porque los rasgos humanos son maleables, buscan formas de crecer, lo que incluye reconocer sus errores y mostrar arrepentimiento. Así que piensa que disculparte es una forma de desarrollar tus recursos de fortaleza y virtud.
Ahora que sabes que pedir disculpas te ayuda a crecer y creer en tu capacidad de cambio, ¡anda y ve si el manual funciona!, (pero ojalá no atropelles a nadie para comprobarlo).