

Procrastinar no siempre está mal… 4 consejos para hacerlo bien

Ya sea completar la lista del supermercado, finalmente terminar ese informe de trabajo o una incómoda llamada telefónica, es muy probable que estés posponiendo algo al leer este artículo…
Los científicos sociales definen la procrastinación como “retrasar una tarea durante un tiempo excesivamente largo”, y nos atormenta a casi todos. Un estudio encontró que más del 70% de los estudiantes universitarios posponen sus tareas, y una encuesta de 2005 descubrió que más del 20% de los adultos eran “procrastinadores crónicos”.
De todas formas, la procrastinación tiene mala reputación. Aunque es cierto: postergar responsabilidades rutinarias y necesarias hará que el trabajo se acumule y casi siempre va en detrimento de tu bienestar. Pero si se implementa estratégicamente en determinadas tareas creativas, un poco de procrastinación puede resultar beneficioso. Así que paga tus cuentas de la luz y lava los platos ahora mismo… pero esa tarea de escritura puedes posponerla por uno o dos días.
¿BUENO O MALO?
La procrastinación suele considerarse una cuestión de gestión del tiempo. Pero Timothy Pychyl, psicólogo de la Universidad de Carleton, en Canadá, sostiene que se trata más bien de una cuestión de gestión de las emociones. Señala que muchas personas afrontan los sentimientos negativos que rodean una tarea o responsabilidad simplemente evitándola, al menos temporalmente. Probablemente hayas experimentado esto si pospusiste una conversación difícil y lo justificaste diciendo: «No puedo lidiar con esto ahora».
Ya sea que se trate de una falta de gestión del tiempo o de las emociones, desde este punto de vista, la procrastinación todavía se presenta como algo negativo. Y en muchos casos lo es. Sin embargo, las investigaciones muestran que, en determinadas circunstancias, la procrastinación puede mejorar la calidad de nuestras decisiones y nuestro trabajo.
Como señala Adam Grant en su libro Originals, en el antiguo Egipto la procrastinación se describía con 2 palabras diferentes: “Una denotaba pereza; el otro significaba esperar el momento adecuado”. Desde este punto de vista, la procrastinación podría indicar el vicio de la pereza o la virtud de la prudencia.
De hecho, se puede sufrir por no procrastinar al menos un poco en muchas situaciones, y hacer las cosas con demasiada prisa puede reflejar su propia forma de gestión emocional desadaptativa. A veces las personas “precrastinan”: se apresuran a realizar tareas porque están impacientes por reducir su carga cognitiva. En otras palabras, quieren sacarse algo de encima, incluso a riesgo de cometer errores y al final dedicar más esfuerzos a corregirlos.
La procrastinación y la precrastinación no son mutuamente excluyentes. Y, probablemente el mayor coste de la precrastinación (y, a la inversa, el mayor beneficio de la procrastinación moderada) sea la creatividad. Los académicos han descubierto que posponer tareas que requieren innovación e investigación para reflexionar sobre ellas puede conducir a un mejor desempeño. En un estudio publicado a principios de este año, dos psicólogos pidieron a los participantes de un experimento que resolvieran varios problemas de negocios, mientras los tentaban a posponer las cosas. Descubrieron que aquellos que procrastinaron moderadamente (un promedio de casi 8 minutos) tenían ideas más creativas que los de los participantes que realizaron la tarea después de posponer las cosas por poco más de un minuto o durante 12 minutos.
CÓMO PROCASTINAR DE FORMA “CORRECTA”
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DIAGNOSTÍCATE A TI MISMO.
Si bien la procrastinación estratégica y ocasional puede ser beneficiosa, la procrastinación crónica es un problema. Para saber si lo padeces, pregúntate si la forma en que retrasas las tareas te hace sentir fuera de control o infeliz. ¿Te saltas tiempo con amigos y familiares los fines de semana para hacer el trabajo que deberías haber hecho durante la semana? ¿Estás trasnochando cuando tienes mucho tiempo durante el día para terminar tu trabajo?
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TRABAJA TU MINDFULNESS.
Si respondiste afirmativamente a las preguntas anteriores, intenta trabajar en tu atención plena. Los investigadores han descubierto que estar mentalmente presente, en lugar de pensar en el futuro, se asocia con una mejor atención a las tareas actuales y una menor tendencia a posponerlas. Cambiar tu pensamiento al aquí y ahora no requiere un retiro de un mes en un monasterio del Himalaya, sino más bien algunas técnicas prácticas, como alejarte de las distracciones y hacer un esfuerzo para notar la acción que estás haciendo.
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SÉ ESTRATÉGICO.
“Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana”, escribió Mark Twain en un ensayo satírico de 1870. Puede que Twain estuviera bromeando, pero dio con un hecho muy serio sobre la creatividad: necesita un poco de tiempo. No demasiado, sólo un poco de postergación para que las ideas fermenten. Quizás una buena práctica es la de esperar un día para empezar a escribir después de tener la idea inicial de un proyecto: anota tu idea, piénsala, duerme sobre ella, sal a caminar y luego empieza con ella. No se trata de posponerlo durante una semana, sólo uno o 2 días. Generalmente fluye bien en ese punto; si no es así, entonces tendrás que usar un poco más de fuerza y simplemente escribir.
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NO DESPERDICIES TU TIEMPO.
Recuerda que posponer las tareas creativas es útil porque te permite cuestionar las ideas que tienes en mente. No funcionará si pasas tu período de procrastinación navegando por el internet sin rumbo. El uso irresponsable de las redes sociales y de Internet no sólo nos hace perder el tiempo de procrastinación; también alimenta el hábito. Una investigación de 2018 muestra que la procrastinación y el uso de Internet pueden convertirse en un círculo vicioso: cuando pospones las cosas, vas a una pantalla; cuanto más miras la pantalla, más pospones las cosas. Si va a posponer una tarea, sal a caminar, una actividad que se ha demostrado que estimula la creatividad.
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DEJA LAS IDEAS SIN TERMINAR, PERO NO ESTANCADAS.
El mayor peligro de la procrastinación es que una tarea quede permanentemente inconclusa. La clave para evitar esta trampa es dejar los proyectos en un estado particular de inconclusión, de modo que retomarlos sea fácil. «La mejor manera es siempre detenerse cuando todo va bien y cuando sabes lo que sucederá después», dijo una vez Ernest Hemingway a un entrevistador sobre su proceso de escritura. «Si haces eso todos los días cuando escribes una novela, nunca te quedarás estancado». Las investigaciones confirman que este es un excelente consejo.
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