¿Cuánto poder tiene una sonrisa? Al menos a veces facilita que la vida te sonría de vuelta
“Sonríele a la vida y la vida te devolverá esa sonrisa”, dicen por ahí. Y aunque usualmente estamos en contra de esa clase de afirmaciones reduccionistas y simples del positivismo de las redes sociales… A veces, uno no puede evitar que la gente tenga razón por motivos equivocados.
La psicología positiva, adaptando enseñanzas filosóficas ancestrales en libros de autoayuda o convirtiendo en merchandising todo tipo de frases motivacionales, es parte de un negocio enorme. El poder de la sonrisa – la idea de que si sonríes, incluso en contra de tu voluntad, la vida y los demás serán más amables contigo – es una de esas teorías cuyos fundamentos, como mínimo, merecen ser cuestionados. “Algunas veces la alegría es la fuente de tu sonrisa y otras veces la sonrisa es la fuente de tu alegría”, decía el monje budista Thích Nhất Hạnh.
QUÉ VIENE PRIMERO, ¿LA SONRISA O LA ALEGRÍA?
En la psicología académica, la posibilidad de que activar algunos músculos de la cara pueda producir una reacción emocional se estudia con la mayor seriedad desde hace décadas. La llamada “hipótesis de retroalimentación facial” ya fue propuesta por Charles Darwin en 1872, cuando decía que la expresión exterior de una emoción “la intensifica” o que “incluso la simulación de una emoción hace que esa emoción se despierte en nuestra mente”.
William James, uno de los padres de la psicología, planteó en la misma época que, frente a la creencia popular de que experimentar una emoción lleva a producir una expresión física como la sonrisa o el llanto, en realidad sucedía más bien lo contrario. Nos sentimos tristes porque lloramos, más que llorar porque estemos tristes. James, que tenía una fe fanática en la voluntad, creía que si uno se negaba a expresar un sentimiento, ese sentimiento moría.
Ahora, un grupo internacional de investigadores, superando una controversia de décadas, ha mostrado que, aunque no necesariamente por los motivos correctos, esas frases motivacionales de redes sociales tienen algo de razón: sonreír de forma mecánica mejora el estado de ánimo… aunque solo un poco.
En un trabajo publicado en la revista Nature Human Behaviour se explica cómo se puso a prueba la posibilidad de que la sonrisa tenga un efecto sobre nuestro ánimo con distintas pruebas. Por un lado, se hicieron experimentos en los que los participantes eran conscientes de que estaban sonriendo, acercando la comisura de los labios hacia sus orejas o mirando fotografías de personas sonrientes e imitándolas. Pero también se intentó averiguar si un movimiento muscular inconsciente propio de una sonrisa tiene efectos emocionales. Esto se logra con un experimento clásico que a través de los años ha obtenido resultados controvertidos: los participantes fuerzan la sonrisa sin ellos saberlo, mordiendo un lápiz o poniendo una cara triste al tratar de sujetarlo con los labios, un gesto que los obliga a fruncir el ceño.
SABER QUE SONRÍES
Después de analizar los datos de 3.878 participantes en 19 países, los autores, liderados por Nicholas Coles, de la Universidad Stanford en Estados Unidos, observaron que tanto los que imitaban las sonrisas de las fotos como los que las forzaban por su cuenta, notaban cierto incremento de su felicidad. Sin embargo, los que sonreían con ayuda del lápiz no experimentaron esa emoción. “Este estudio muestra que para tener ese efecto de ponernos alegres porque generamos la sonrisa es necesario que seamos conscientes de estar sonriendo”, explica José Antonio Hinojosa, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, España, y coautor del trabajo.
“Lo que vimos es que sonreír mejora ligeramente el ánimo, aumenta el nivel de felicidad, pero es un efecto parecido al que tendría ver imágenes de perritos o de bebés”, apunta Pedro Montoro, investigador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Madrid, que también firma el estudio. “La escala que utilizamos es de 1 a 7 y los valores se encuentran un poco por encima del 3. Es una subida estadísticamente significativa, pero a la mayoría de los autores les parece que esto no sería útil como terapia”, continúa.
Los autores confirman que la hipótesis de la retroalimentación facial tiene sentido y se inclinan por pensar que existe una relación bidireccional – cuando uno está contento, sonríe, pero también “es interesante ver que hay un efecto de retroalimentación de lo muscular a la sensación subjetiva”, indica Montoro. Nicholas Coles también apunta a que, al menos en parte, “la experiencia consciente de la emoción se debe basar en las sensaciones corporales”.
Hasta cierto punto, nos sentimos tristes porque lloramos y felices porque sonreímos. Coles considera que este tipo de estudios son fundamentales para conocer en profundidad la naturaleza de algo tan esencial para la humanidad como las emociones, pero que ese conocimiento es aún incipiente.
Por Equipo Espacio Mutuo
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