Familias enfrentadas a la pandemia: ¿saldrán fortalecidas?

por | Feb 1, 2021 | Nuevas Miradas

En esta pandemia, el coronavirus no es la única amenaza a la que se enfrenta la población: la soledad y el estrés son tan dañinos y contagiosos como el COVID-19. La cura, al menos, pareciera estar clara – un grupo familiar que brinde apoyo, contención emocional y conexión. 

Sin embargo, para muchas personas, el desafío del día a día no termina a puertas cerradas. Los efectos del confinamiento, además de la pérdida de empleo y la crisis económica, han golpeado con una fuerza particular a los hogares, especialmente los unipersonales y los que cuentan con hijos. 

LOS PRIMEROS SÍNTOMAS

Si bien las cuarentenas y el distanciamiento social no han sido fáciles para nadie, la vivencia de la soledad ha tenido consecuencias muy duras para quienes – además – viven solos. Por si fuera poco, aquellas personas que requieren cuidados especiales se han enfrentado la suspensión de sus servicios de atención, ya sean centros de día o la ayuda a domicilio. En muchos casos, la experiencia del miedo y el aislamiento han acelerado el deterioro cognitivo. 

¿Mejor estar acompañados? Pues, no necesariamente. El estrés de los hogares con hijos ha alcanzado niveles sin precedentes durante el confinamiento, siendo incluso más altos en los hogares monoparentales. 

Estas familias debieron transformarse de la noche a la mañana para funcionar como colegios y oficinas, sin contar con el apoyo fundamental de las guarderías, jardines infantiles ni escuelas – mucho menos con la ayuda de los abuelos, piezas clave en la conciliación de la vida laboral y familiar. 

LO QUE HEMOS APRENDIDO 

En tiempos tan inciertos, resulta satisfactorio y tranquilizador revisar aquello que sabemos con certeza. ¿Qué lecciones nos ha dejado la pandemia hasta ahora respecto a la vida familiar en la “nueva normalidad”?

1. El teletrabajo y la enseñanza en línea son modalidades que perdurarán, incluso cuando se permita mayor movilidad en el futuro. 

2. La flexibilidad laboral es un factor clave que facilita los cuidados de niños y de personas mayores, por lo que debe ser considerado una prioridad. 

3. En el caso de familias con hijos mayores, la edad de emancipación (es decir, cuando se van de la casa para vivir por su cuenta) va a retrasarse aún más: un reciente estudio del Consejo de la Juventud de España indicó que la pandemia ha enlentecido la independización juvenil, con sólo un 17,3% de los jóvenes del país viviendo de manera autónoma. 

4. El sentimiento de agobio y frustración con el que viven muchos padres es comprensible. La pandemia ha puesto en juego nuestras estructuras sociales, económicas y asistenciales, dejando al descubierto las debilidades del sistema – sin siquiera haber terminado aún. 

CURAS Y SOLUCIONES

Reconstruir nuestras vidas será tarea de cada uno… pero no debería emprenderse sin antes reflexionar respecto a las carencias que evidenció el virus. 

1. MEDIDAS DE CONCILIACIÓN 

De ahora en adelante, las medidas de conciliación deben articularse con un enfoque más amplio y flexible. Es necesario comprender que las responsabilidades familiares van más allá del nacimiento de los hijos, y han de cubrir eventualidades muy diversas – con especial atención a las personas mayores y dependientes. La consolidación del teletrabajo puede ser una buena herramienta a futuro para este propósito.  

2. REVALORIZAR EL CUIDADO 

 Dignificar y revalorizar las tareas de cuidado para ofrecer servicios de calidad, garantizar el bienestar de quienes se encuentren más desvalidos y conceder libertad de elección a las familias es primordial. Mejores prestaciones por hijo a cargo y el ingreso mínimo pueden ser vías para reconocer parte de ese trabajo no retribuido, pero aún así indispensable para nuestra sociedad. 

3. CORRESPONSABILIDAD

Definitivamente, ésta es la asignatura pendiente. Si bien algunos de los estudios sobre el confinamiento detectan una mayor disposición de los hombres a hacer tareas de las que antes no se ocupaban (como lavar ropa, cocinar, hacer las compras) y la experiencia de una intensa convivencia familiar ha permitido relaciones más estrechas y equilibradas, el ritmo es lento. Incluso en confinamiento, las madres han sido las más dedicadas a los cuidados, y la Organización Mundial del Trabajo (OIT) estima que la brecha de género en términos de tiempo dedicado al trabajo de cuidados no remunerado no se cerrará hasta el año 2228 (sí… 2228). La sobrecarga que sufren las mujeres tiene consecuencias físicas y emocionales que, por supuesto, suponen un obstáculo determinante para sus carreras profesionales.

Si bien las familias del mundo -en todos sus formatos y composiciones- se han visto afectadas por la pandemia, continúan siendo el sustento y referente principal de los individuos. Más aún – tiempos de crisis como los actuales brindan una oportunidad única para fortalecer esos vínculos, tan esenciales para el desarrollo humano: mayor implicación de los padres en la educación de sus hijos, más tiempo para convivir y compartir en el hogar, y el reconocimiento de la vulnerabilidad de las personas mayores y sus necesidades. 

Una vez que el virus desaparezca, las familias no habrán desaparecido: resurgirán más unidas y equilibradas que nunca, consolidándose una vez más como el núcleo central de la vida en sociedad.

Por Equipo Espacio Mutuo

Mutual de Seguridad

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