Por qué hay personas más resilientes de que otras (…y cómo enseñarla)
Todo el mundo se lo ha preguntado alguna vez, desde tú mismo hasta científicos, psicólogos e investigadores: ¿por qué hay personas que, a pesar de haber sido criados en ambientes hostiles e inseguros o de haber experimentado sucesos traumáticos, son capaces de sobreponerse y desarrollar una vida plena y feliz… mientras que otras personas que, con una infancia “normal”, llevan una vida caótica, llena de problemas e inseguridades?
¿Qué es lo que hace a algunas personas ser más fuertes y resistentes que otras?
EN QUÉ CONSISTE LA RESILIENCIA
La resiliencia se ha puesto de moda durante los últimos años, especialmente tras la pandemia de COVID-19 y consiste en esa capacidad de tolerar, ser fuerte y afrontar las adversidades. Se define como “la capacidad de un individuo para resistir o recuperarse de desafíos significativos que amenazan su estabilidad, viabilidad o desarrollo y salir transformado de ello”.
Las personas que presentan altos índices de resiliencia poseen una buena salud física y mental, y son capaces de desenvolverse a lo largo de la vida de la manera adecuada, a pesar de acontecimientos negativos o adversos.
Debido a la diversidad de factores asociados, establecer los componentes asociados a la resiliencia es complejo – varios autores han propuesto modelos, pero ninguno se ha desarrollado a partir de la evidencia científica, sino a partir de su opinión como expertos.
A raíz de estas limitaciones, nace el Modelo de Resiliencia Individual y Ambiental (Individual And Environmental Resilience Model-IERM), creado a partir de una revisión sistemática de los estudios que han definido y categorizado de manera científica las dimensiones y los factores protectores relacionados con la resiliencia.
DOS DIMENSIONES, 60 FACTORES
A partir de este sistema, los investigadores han encontrado que la resiliencia es un constructo complejo y multidimensional, en el que pueden interactuar muchos factores que pueden utilizarse o activarse según las circunstancias y las habilidades del sujeto.
Claramente, los factores resilientes no están en funcionamiento a cada momento y en cada sujeto. Es decir, dependiendo de las características del individuo, el problema que tiene que afrontar y sus habilidades, activará unos factores u otros.
Así, para desarrollar el modelo IERM se han incluido más de 60 factores resilientes agrupados en 2 grandes dimensiones: la individual y la ambiental. Cada una de estas dimensiones se ha clasificado en 5 dominios.
Las dimensiones individuales son: la predisposición genética y biológica; los factores conductuales; los factores cognitivos; los factores emocionales; y las habilidades comunicativas.
Por su parte, las dimensiones ambientales incluyen: la familia; la escuela; los compañeros; la cultura; y, finalmente, la comunidad.
Además, el estudio le ha permitido a los científicos comprobar que la adquisición de determinadas habilidades y herramientas individuales para hacer frente a las adversidades es tan importante como los factores ambientales que rodean al individuo.
EL ROL DE LA AUTOREGULACIÓN
Los factores individuales que nos protegen frente a las adversidades más eficazmente son, de mayor a menor evidencia:
- La autorregulación emocional; es decir, saber gestionar adecuadamente nuestras emociones.
- Ser empáticos y tolerantes con los demás.
- Realizar actividad física.
- Tener objetivos vitales y aspiraciones.
- Ser inteligente.
Entre los factores ambientales, los factores más importantes, ordenados también de mayor a menor, son:
- Recibir un cuidado de calidad por parte de sus progenitores.
- Tener al alcance y saber cuáles son los recursos necesarios en caso de tener que pedir ayuda.
- Apoyo tanto social como familiar y de sus compañeros, no sólo el real sino también el percibido.
- La sensación de pertenencia tanto a la escuela o instituto como a la sociedad en la que vive.
¿Qué lecciones podemos sacar de estos resultados? Pues, si queremos que nuestros niños y jóvenes sean resilientes frente a las adversidades hemos de tener en cuenta todos estos aspectos.
En primer lugar, es esencial enseñarles a identificar, gestionar y expresar correctamente sus emociones, ayudándoles también a definir cuáles son sus objetivos vitales y sus metas, y promocionar los hábitos saludables como el ejercicio físico.
En segundo lugar, es crucial hacerse cargo del componente social de la resiliencia. Muchos de los factores que describe el modelo están relacionados con el establecimiento de redes de apoyo. Por tanto, es necesario establecer una serie de recursos en nuestra comunidad, desde las instituciones y desde el ámbito educativo, que incluyan garantizar la calidad del cuidado por parte de sus progenitores, y trabajar la empatía y la tolerancia frente a los demás.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad