El derecho a pasar tiempo en soledad
¿Cuándo fue la última vez que estuviste verdaderamente solo? No solo físicamente, sino emocionalmente apartado de la vorágine de notificaciones, conversaciones y demandas de tu entorno. Puede parecer un lujo en el ritmo acelerado de la vida moderna, pero ¿y si te dijéramos que estar solo, aunque sea por unos minutos al día, debería ser un derecho humano fundamental? Un acto sencillo, como el de tomarte un café en silencio, podría salvarte del agotamiento mental y restaurar tu bienestar más que cualquier cura milagrosa.
Vivimos en una sociedad en la que el tiempo en soledad, voluntario y consciente, se está convirtiendo en una especie en extinción. Las voces de expertos en psicología, neurociencia y sociología coinciden en que nuestra constante conexión con los demás —sea cara a cara o a través de una pantalla— nos está robando algo esencial: la capacidad de escucharnos a nosotros mismos.
¿POR QUÉ NOS DA MIEDO ESTAR SOLOS?
Aquí es donde entra en juego un término acuñado en inglés que no hemos logrado traducir adecuadamente: “aloneliness”. Suena parecido a «alone» (solo), pero su significado va más allá: se refiere al malestar, la irritación, el estrés casi visceral que sentimos cuando no conseguimos arrancar unos minutos de paz para nosotros mismos, para dejar de ser un nodo en la red social humana y simplemente ser.
Robert Coplan, psicólogo de la Universidad de Carleton en Ottawa, explica que aloneliness es ese sentimiento negativo que surge cuando una persona no logra el tiempo en soledad que necesita. Y no es poca cosa. Estudios revelan que este fenómeno puede aumentar los niveles de estrés, generar malestar emocional e, incluso, predice discusiones y tensiones en las relaciones de pareja. Como Coplan lo resume en una simple frase: “Quien no puede estar solo, no puede estar bien”.
Sin embargo, hemos desarrollado una especie de aversión cultural a la soledad. La soledad, en las conversaciones modernas, se asocia inmediatamente con un tipo de sufrimiento: el abandono, la tristeza, la depresión. Y, ciertamente, la soledad no deseada es un factor de riesgo importante para la salud mental: un informe reciente de Vivek Hallegere, cirujano general de Estados Unidos, compara la soledad crónica con fumar 15 cigarrillos al día. Pero aquí es donde debemos hacer una distinción fundamental entre la soledad elegida (lo que en inglés llaman “solitude”) y la “loneliness”, esa sensación de aislamiento no deseado que puede devorarnos desde adentro.
Miguel de Unamuno ya lo había anticipado en su ensayo Soledad (1905). Según él, hay 2 tipos de soledad: la impuesta, que no controlamos y nos aliena, y la voluntaria, que buscamos activamente porque nos restaura. Y la ciencia moderna no podría estar más de acuerdo con este autor de hace más de un siglo.
BENEFICIOS INVISIBLES
¿Qué pasa cuando logramos estar a solas? Y no nos referimos al scroll infinito en redes sociales ni de escapadas a Instagram para ver qué están haciendo los demás. Hablo de verdadera soledad: un paseo en silencio, una tarde leyendo un libro, unos minutos con los ojos cerrados sin más compañía que nuestros propios pensamientos. Según Coplan, la soledad nos permite recargar las baterías agotadas por la socialización constante, explorar nuestras emociones con profundidad, e incluso, resolver problemas que parecían insolubles.
Jennifer L. Smith, investigadora del Matter Institute en Illinois, Estados Unidos, destaca que la clave está en el poder de la elección. Cuando elegimos estar solos, disfrutamos el proceso porque sabemos que podemos regresar a la vida social en cualquier momento. Esto elimina el miedo de quedar desconectados o perdidos. Las personas que logran cultivar estos pequeños oasis de soledad no solo mejoran su estado emocional, sino también su capacidad de tomar decisiones. Es en esos momentos de introspección que podemos discernir entre lo que queremos realmente y lo que simplemente seguimos por presión social.
Virginia Thomas, profesora de Psicología en el Middlebury College, Estados Unidos, explica que la soledad es una curva de aprendizaje. No todos necesitamos la misma dosis, pero la ciencia aún no puede decir si 10 minutos son suficientes para unos o si otros requerimos media hora – lo importante es descubrir lo que cada uno necesita, y luego protegerlo como si fuera oro.
EL SUPERPODER DE ESTAR SOLO
Curiosamente, el valor de la soledad está en su poder para mejorar nuestras conexiones sociales. A primera vista, parece contradictorio, pero los estudios muestran que las relaciones mejoran cuando aprendemos a comunicar nuestra necesidad de espacio. Un estudio de 2022 sobre la «aloneliness» en parejas concluyó que aquellas que se permiten y respetan estos momentos de soledad experimentan menos discusiones y son más felices en general. Parece que no se trata de estar siempre juntos, sino de saber cuándo apartarse y recargarse.
En la era digital, pasamos más tiempo que nunca «acompañados» por las redes sociales, pero esa compañía es más ilusoria que real. Tore Bonsaksen, profesor de la Inland Norway University, Estados Unidos, destaca que nuestras interacciones en redes pueden parecer sociales, pero a menudo no nos protegen de la soledad no deseada. Mirar fotos, dar «me gusta» y deslizar el dedo no reemplazan la conexión humana auténtica, y el tiempo que pasamos frente a la pantalla puede interferir con los beneficios de estar realmente solos. Más aún, el uso pasivo de las redes —simplemente scrollear— está vinculado a estados depresivos que amplifican la sensación de aislamiento. Es decir, aunque estemos hiperconectados, seguimos sintiéndonos solos. Esa es una de las paradojas más dolorosas de nuestra época.
Según los estudios, el poder de disfrutar la soledad aumenta con la edad. A medida que envejecemos, nos volvemos más conscientes de nuestras emociones y ganamos control sobre nuestro tiempo. Por eso, para muchos, los años dorados son también los más equilibrados emocionalmente.
En el Laboratorio de la Soledad de la Universidad de Durham, Estados Unidos, dirigido por la psicóloga Thuy-vy Nguyen, se está estudiando cómo la soledad puede ayudarnos a reducir el estrés y regular nuestras emociones. Nguyen describe cómo, en sus experimentos, las personas que logran desconectarse del juicio ajeno mientras están solas experimentan más libertad y creatividad. Es en esos momentos cuando pueden dedicarse a sus hobbies, pasear por la naturaleza, o simplemente escuchar música sin preocuparse por lo que los demás piensan de ellos.
No se trata de ser un ermitaño ni de aislarse del mundo. A veces basta con levantarse media hora antes que el resto de la familia para tomar un café en silencio o aprovechar unos minutos para caminar solo después del almuerzo. Nguyen señala que incluso esos pequeños gestos de soledad pueden tener un impacto tremendo en nuestro bienestar. Al final del día, no es tanto cuánto tiempo pasemos solos, sino cómo lo aprovechemos.
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