

Una mente sin recuerdos… ¿por culpa del celular?

Somos nuestra memoria. Y, como bien sabrás, significa que somos frágiles: los recuerdos pueden ser erróneos, o verse contaminados a partir de lo que otros también recuerdan, o incluso ser derechamente falsos.
Los errores de la memoria son la norma y no la excepción, porque las experiencias de nuestra vida no quedan grabadas en nuestra mente, sino que se almacenan en múltiples fragmentos, y, con el paso del tiempo, pueden recombinarse de un modo distinto a cómo ocurrieron los hechos en su momento original.
Sin atención, eso sí, no hay memoria. Y en un mundo dominado por infinitas distracciones tecnológicas, es necesario preguntarse si acaso nuestros recuerdos perderán fuerza. Julia Shaw, investigadora de Psicología y Ciencias del Lenguaje de la University College de Londres, aborda la cuestión en La ilusión de la memoria, libro en el que repasa, desde un punto de vista neurológico, bioquímico y —sobre todo— psicológico, los mecanismos que permiten recordar, y los fallos de nuestra memoria.
EL DAÑO DEL MULTITASKING
Creemos que estamos siendo lo más eficientes posible, pero caemos en un error: no es posible mantener una conversación doméstica mientras mandamos Whatsapps con el celular y tenemos un ojo puesto en las noticias que da la televisión.
Nuestro cerebro no está preparado para hacer varias cosas a la vez. El neurólogo e investigador del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) Earl Miller, estudia desde hace años cómo los humanos modernos somos especialistas en pasar vertiginosamente de una tarea a otra, más que en ocuparnos de multitud de tareas simultáneamente. Y ese salto entre distintas actividades conlleva un “coste cognitivo”. Dicho en otras palabras, nos hace realizar peor las tareas y tiene un impacto negativo en nuestra habilidad para recordar cosas más tarde, apunta Julia Shaw en su libro.
Bien lo sabe Margarita Diges Junco, profesora de Psicología de la Memoria de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), España. En los experimentos que conduce para comprobar la solidez de los testimonios en casos judiciales, ha visto cómo al realizar 2 ejercicios a la vez, la memoria de los participantes se resiente. “Además de mirar las imágenes en una pantalla, les pedimos que se ocupen de otra tarea que no implica la vista, sino la mano, porque se trata de dibujar cruces y rayas”, explica por teléfono. “A la hora de recordar lo visto, el resultado es que mencionan cosas que no estaban en la filmación, incluso un autobús o una fuente inexistentes”.
¿Qué decir de la distracción que suponen los teléfonos inteligentes? “La gente tiende a prestar menos atención a lo que le rodea porque están atentos al celular. Eso equivale a tener menos recuerdos de los actos de su vida”, explica Shaw. “Y, además, así externalizamos en los móviles parte de nuestra memoria. Diversas investigaciones han demostrado que es menos probable que recordemos detalles complejos de lo que hemos hecho, o de dónde hemos estado, si nos dedicamos a fotografiarlo. No digo que no haya que hacer fotografías, pero hay que esforzarse por prestar atención y procesar lo que nos rodea. Si no, una puede encontrarse con que no sabe por qué sacó determinada foto, ni quién era la persona sentada a su lado.”
EL PELIGRO DE DESCONCENTRARSE
Diges subraya también los riesgos de desconcentración que plantean los smartphones. “Cuando vas manejando, aunque estés mirando la carretera, si atiendes una llamada del celular porque es importante, la atención que le prestas se la estás quitando a lo que te entra por la vista… la carretera”. Un estudio de la Universidad de Utah, Estados Unidos, de 2006, que cita Shaw en su libro, comparó la conducta de los conductores borrachos con la de los que iban hablando por teléfono, y concluyó que, aun usando el manos libres, el riesgo de sufrir accidentes era similar entre ambos grupos.
También internet afecta a nuestra memoria. Gracias a la ella, tenemos motores de búsqueda que proporcionan acceso a vastas cantidades de información, y contamos con vehículos de comunicación inmediata: las redes sociales. Brian Clark, investigador educativo de la Universidad Western Illinois, en Estados Unidos, llegó a la conclusión de que, como resultado de esta conexión global, nuestra memoria se está transformando. “La distinción entre recuerdo público y recuerdo privado se ha difuminado hasta desaparecer”, sostenía en un artículo de 2013. Lo que circula en las redes se vuelve nuestro recuerdo.
¿Esa memoria colectiva será menos propensa a los errores que la privada? ¿Y qué pasa con la memoria histórica? “¿Lo que yo recuerdo se adecúa a lo que yo viví o más bien a una mezcla entre lo que viví y lo que he leído, porque estamos dándole vueltas a nuestra historia todo el tiempo…? Ya no lo sé. Lo que está claro es que la experiencia privada de esos hechos está teñida por el recuerdo colectivo, porque es muy difícil ir a contracorriente”, dice Diges.
Ejercitar la memoria es difícil cuando tienes la posibilidad de refrescarla en cada momento… como ocurre gracias a Google. Lo que no sería perjudicial per se, señala Shaw, aunque produce cambios en nuestra forma de recordar, ya que hay detalles menores que podemos darnos el lujo de olvidar: están almacenados en nuestro cerebro externo, que es internet. “En términos de aprendizaje, la memoria es ligeramente menos importante hoy, mientras que la habilidad de identificar información que se basa en evidencia lo es cada vez más”, asegura.
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