Cómo desmantelar el estigma de la salud mental y el desafío de aprender a conversar del tema

por | Jul 12, 2021 | Vivir Mejor

Desde los inicios de la Humanidad, las personas que son percibidas como “diferentes”, en cualquier aspecto, suelen sufrir de discriminación y estigma. Y quienes más saben de esto son aquellas personas diagnosticadas con alguna enfermedad mental: son tantos los estereotipos y las nociones falsas que se tienen de la salud psicológica que, dependiendo del contexto y la cultura, generalmente se traduce en un tratamiento injusto para ellas. 

Sin embargo, al revisar históricamente el discurso de la salud mental a lo largo de los años, es fácil comprender cómo ese estigma ha sido creado por las sociedades y sus culturas con el paso del tiempo – lo cual significa que tenemos el poder de revertirlo. 

Doctores, profesores, consumidores, terapeutas, amistades y familiares – está en nuestras manos educarnos y reformular lo que creemos que significa ser “diferente”. El antropólogo y profesor Roy Grinker, autor del libro “Nadie es normal”, nos ayuda a descubrir cómo avanzar en las normas sociales del presente. 

UN ENFOQUE INTERNACIONAL

Cada sociedad tiene una idea diferente respecto al origen de la enfermedad mental, desde nuestros genes hasta nuestro cerebro e incluso nuestras experiencias en la infancia. Pero, si bien el mundo pareciera haber cambiado su enfoque en la salud mental hacia un punto de vista biológico o cerebral -en lugar de un castigo espiritual o maligno-, su estigma no ha disminuido.  

“La mejor manera de disminuir el estigma es cambiando nuestra concepción de la enfermedad mental lejos de la personalidad y de culpar a los padres”, explica Grinker. “Cuando las personas ven la angustia emocional como el producto de la experiencia y de un complicado conjunto de fuerzas, hay mucha más empatía y apertura a la idea de que nadie es inmune a esa angustia”, añade. Y es que todos experimentamos traumas y dificultades en nuestras vidas, todos nos deprimimos y nos angustiamos.

Japón es un ejemplo de este proceso. A principios del siglo XX, cuando las pruebas europeas de psiquiatría se afianzaban en el país, los japoneses veían las enfermedades mentales como basadas en el cerebro – y nadie quería ser diagnosticado: “Es vergonzoso, estigmatizante, horrible”, dice el autor. Pero ya a principios del siglo XXI, las enfermedades mentales se han reformulado como “una de las tensas consecuencias de vivir en esta época, las tensiones de cuidar de una población que envejece, el capitalismo, las tensiones de las pruebas de acceso a la educación superior”, explica Grinker. Hoy, la persona con una enfermedad mental no se ve dañada ni inferior, sino simplemente como alguien que ha debido afrontar las condiciones de la modernidad. 

NO TODO ESTÁ EN TU CABEZA

“De todos modos, es una locura reducir las enfermedades mentales a neurobiología”, señala Grinker. “No tiene sentido científico. La propia experiencia cambia la estructura del cerebro. La genética proporciona alguna información, pero no toda la información”, dice. 

La forma en que la sociedad trata a las personas va a cambiar las cosas de manera significativa, como muestran los estudios clásicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la esquizofrenia. El autor señala que las personas con los mejores resultados con la esquizofrenia son aquellas que tienen grandes redes de apoyo social en lugares no occidentales, mientras que en áreas urbanas como Washington y Londres tienen los peores resultados. “Entonces no es solo el cerebro”, concluye.

CAPITALISMO, ¿EL CULPABLE SECRETO?

Para muchos expertos y estudios, el capitalismo es en gran parte el culpable de la negativa visión que las sociedades actuales poseen de la salud mental. Según Grinker, sin embargo, el capitalismo no creó el estigma de la enfermedad mental en todas partes –pero sí lo hizo en Europa Occidental. 

“Las enfermedades mentales se vieron desde muy temprano en el capitalismo como la antítesis de la persona ideal, porque la persona con enfermedad mental no necesariamente estaba avanzando o produciendo de la misma manera, o dependía de otros y no era la persona autónoma que De Tocqueville decía que los estadounidenses querían que fueran los estadounidenses”, señala el autor en su libro.

Entender esa historia es importante si queremos observarla críticamente y decir: “¿No es interesante que el estigma esté vinculado a la idea del individuo autónomo?”. Quizás eso explicaría por qué ciertas enfermedades como la esquizofrenia y el abuso de sustancias siguen estando más estigmatizados que otras enfermedades mentales (como la depresión o la ansiedad), porque ambos amenazan esas ideas de autonomía, productividad, racionalidad y autocontrol que se inculcaron en el capitalismo

El debate, finalmente, se expande más allá de las enfermedades mentales. “Si desarrollamos la idea de que las personas adultas son independientes y tienen que ser totalmente autónomas e individuales, quizás reconsideraríamos la forma que tenemos de ver la discapacidad, las relaciones, el empleo y la productividad”, reflexiona Grinker. 

“Una vez”, relata el autor en una entrevista para la revista Greater Good, “le pregunté a esta familia en Namibia quién se haría cargo de su hijo mentalmente enfermo después de que murieran. Parecían confundidos y dijeron: ‘¡No creo que nos muramos todos al mismo tiempo!’. Lo que significa que siempre habrá alguien. Y puedo decir, como padre de una joven con autismo, que me he esforzado mucho en tener muchas buenas relaciones familiares y buenos amigos, porque sé que esas redes sociales podrían ser realmente importantes para Isabel. ¡Y son importantes para todos! Ser dependiente es ser humano. Ser independiente es ser capitalista”, concluye.

HABLAR DEL TEMA

Uno de los principales mensajes del libro “Nadie es normal” es que necesitamos hablar de la enfermedad mental de manera abierta, colectiva y directa, ya que mientras más hablemos del tema, menos vergüenza habrá. 

“Me siento increíblemente animado cuando les digo a mis alumnos, de manera muy práctica, que si tienen una condición o discapacidad en particular o una enfermedad mental o algo que va a afectar su trabajo en la clase, debería saberlo para poder ser un mejor profesor para con ellos”, explica Grinker. “Y cada vez más a lo largo de los años, mis alumnos me dicen –ya sea que tienen autismo y hacen crucigramas durante la clase para concentrarse; o dirán que tienen un conjunto particular de desafíos en los que les es útil que les envíen los PowerPoints por correo electrónico para poder verlos y escucharlos; incluso me han dicho que son increíblemente sensibles a las luces fluorescentes. Estas son solicitudes totalmente legítimas y, a menudo, tienen mucho miedo de preguntar cosas. ¡Necesitamos educar a nuestros hijos sobre cómo pedir estas cosas!”, dice el profesor y antropólogo. 

Por supuesto, derrocar el estigma de la enfermedad mental depende de todos y todas, de cada uno de nosotros. Desde los profesionales de la salud hasta los familiares y amigos, tener un grupo de apoyo informado y empático es esencial para el diagnóstico de problemas psicológicos – y el sólo hecho de hablarlo en voz alta con alguien más puede cambiar vidas. Y tú, ¿qué esperas para iniciar la conversación en tu círculo? 

Por Equipo Espacio Mutuo

Mutual de Seguridad

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