¡Al fin sin mascarillas en espacios abiertos!: 4 claves psicológicas para vivir sin ellas (y sin miedo)
Tras 2 años sonriendo con los ojos, saludándonos con el codo y guardando la distancia social, ha llegado el momento que tanto esperábamos y temíamos a la vez: las autoridades sanitarias han anunciado el fin del uso obligatorio de las mascarillas en espacios abiertos, donde exista la posibilidad de mantener al menos un metro de distancia entre las personas.
Por demasiado tiempo, el temor a contagiarse ha reinado en la sociedad. Si consideramos que un hábito puede implantarse en nuestras mentes a partir de las 3 semanas de aplicación diaria -como afirman algunos autores- lo que hemos vivido desde 2020 es tiempo más que suficiente para complicar nuestra vuelta a la normalidad sin mascarillas.
Algunos pueden sentir que ponen su salud en riesgo si alguien les habla a corta distancia sin resguardo, y pueden sentirse aún más incómodos si reciben besos, un abrazo o incluso un simple apretón de manos.
LAS ALARMAS NO SE APAGAN
En palabras de la psicóloga y oradora Monia Presta, “durante la pandemia, las personas se han acostumbrado a vivir en un estado permanente de estrés”. Esta clase de preocupación negativa hace que tengamos siempre activado el sistema de alarma.
Tras un periodo tan largo como el que hemos vivido, esa alarma seguirá activada aunque la normativa o el riesgo real hayan cambiado. “Cuando un ser humano cree estar en peligro, su paleocórtex activa una estrategia de ataque o huida”, afirma la psicóloga italiana. Y añade: “La duración de la crisis sanitaria ha instaurado en nosotros esa alarma. Como el ser humano es en esencia adaptativo, muchas personas tendrán problemas para volver a la vieja normalidad. Del mismo modo que nos ha costado adaptarnos a todas estas restricciones, la readaptación también llevará un tiempo”.
ESTRATEGIAS PARA VOLVER A LA “NORMALIDAD”
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HAZ CAMBIOS PAULATINOS.
2 años con el mecanismo de alerta encendido obligarán a una fase de transición para volver a sentirnos cómodos en la vieja normalidad. Nos hemos acostumbrado a la mascarilla, a la falta de contacto y a la distancia social de metro y medio. Para muchas personas no es posible pasar de 0 a 100 sin sufrir cierta aprensión.
El secreto es readaptarnos poco a poco, como en una terapia de exposición progresiva a aquello que nos asusta.
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DALE ESPACIO A LA ESPONTANEIDAD.
Tan estresante resulta mantener la alarma encendida cuando ya no hay motivo para ello, como forzarse a volver a la conducta previa al COVID sin haber aterrizado psicológicamente en la normalidad. Cada perfil de personalidad necesitará un ritmo distinto.
El fóbico tendrá más problemas en sacarse la mascarilla, especialmente en los lugares cerrados, y puede dar un paso atrás de forma instintiva cuando vayan a besarle o abrazarle. Los gestos y hábitos externos, al final, son una expresión de cómo estamos por dentro. Quien más se haya nutrido de noticias alarmantes, más habrá alimentado el miedo y precisará de un periodo de desintoxicación más largo.
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VIGILA EL ESTRÉS POSTRAUMÁTICO.
Los terapeutas y psiquiatras cada vez observan en consulta más síntomas de estrés postraumático. Los 2 años de pandemia, con o sin pérdidas en el entorno más cercano, pasan factura en forma de insomnio, ansiedad generalizada o hipocondría.
El miedo a afrontar el estímulo puede derivar en conductas de evitación e incluso de auto confinamiento. Este problema se agudiza, sobre todo, en personalidades fóbicas y en la población de edad avanzada, que al haber sido colectivo de riesgo tendrán más dificultades a la hora de pasar página.
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REAPRENDER LOS PLACERES DE LA VIDA.
Para pasar del miedo al amor es necesario dejar de pensar en amenazas y empezar a hacerlo en clave de beneficios. Reconozcamos la belleza de una sonrisa que por fin podemos ver en los labios. O el sentimiento de confort que nos embarga cuando recibimos un abrazo bien dado. Dependiendo de las aficiones y del carácter más o menos social de cada persona, habrá placeres concretos que nos alegraremos de devolver a nuestra lista: vibrar con los espectadores de un concierto, cantar un gol en un estadio lleno, volver a los almuerzos o cenas de amigos que son una celebración de la vida.
Más allá de la pandemia y de los conflictos bélicos, de las amenazas pasadas, presentes y futuras, no podemos vivir abrumados por el miedo, ya que eso nos impedirá disfrutar del regalo de la existencia. Como decía el novelista Robert Louis Stevenson, “no hay deber que descuidemos tanto como el de ser felices”.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad