¡No le enseñes a tus hijos a temerle al mundo! Enséñales a amarlo
Si tienes hijos, el mayor temor de tu vida es que les pase algo malo.
Según una encuesta de 2018 de OnePoll y Lice Clinics of America, los padres pasan un promedio de 37 horas a la semana preocupándose por sus hijos.
Los efectos de toda esta preocupación pueden verse en el comportamiento de los padres modernos. Según un informe de 2015 del Centro de Investigación Pew, en promedio, los padres dicen que los niños deben tener al menos 10 años para jugar sin supervisión en su propio patio delantero de la casa (o en su exterior inmediato), 12 años para quedarse solos en la casa durante una hora y 14 años para estar sin supervisión en un parque público.
Esta preocupación de los padres también aparece en lo que les enseñan a sus hijos sobre el mundo: en The Journal of Positive Psychology 2021, los psicólogos Jeremy D. W. Clifton y Peter Meindl encontraron que el 53% de los encuestados preferían que sus hijos tuvieran creencias del tipo «vivimos en un mundo peligroso».
Y, sin duda, todas estas creencias provienen de las mejores intenciones – algo como “Si quieres que los niños estén seguros (y, por lo tanto, felices), debes enseñarles que el mundo es peligroso, de esa manera, estarán más atentos y cuidadosos”. Sin embargo, la realidad es otra. De hecho, enseñarles que el mundo es peligroso es malo para su salud, su felicidad y su éxito.
EL MUNDO PELIGROSO
La afirmación de que el mundo es en su mayor parte seguro o en su mayor parte peligroso es lo que algunos psicólogos llaman una «creencia primitiva del mundo», una sobre la esencia básica de la vida. Es una idea primaria negativa, en la que se asume que el carácter fundamental del mundo es amenazante.
Las creencias primitivas son diferentes de las creencias más específicas, por ejemplo, sobre deportes o política, en la medida en que dan color a toda nuestra visión del mundo. Si creo que mi equipo de fútbol favorito es uno de los mejores del mundo, probablemente no afectará mis actitudes y decisiones no relacionadas. Pero, según Clifton y Meindl, si creo que el mundo es peligroso, afectará la forma en que veo muchas otras partes de mi vida, incluidas mis relaciones y mi trabajo. Sospecharé más de los motivos de otras personas y será menos probable que haga cosas que puedan ponerme en peligro a mí o a mis seres queridos, como salir de noche.
Por mucho que esperemos que la creencia del mundo peligroso ayude a nuestros hijos, la evidencia indica que hace exactamente lo contrario. En el mismo artículo, Clifton y Meindl muestran que las personas que tienen valores primarios negativos son menos saludables que sus pares, más a menudo tristes, más propensas a estar deprimidas y menos satisfechas con sus vidas. También tienden a disgustarles sus trabajos y se desempeñan peor que sus contrapartes más positivas.
Enseñar a tus hijos que el mundo es peligroso también puede hacerlos menos tolerantes con los demás. En un estudio de 2018, los investigadores sometieron a una muestra de adultos a una medida llamada «la escala del peligro mundial», que les pedía estar de acuerdo o en desacuerdo con afirmaciones como «Cualquier día, el caos y la anarquía podrían estallar a nuestro alrededor» y «Hay muchas personas peligrosas en nuestra sociedad que atacarán a alguien por pura mezquindad, sin ningún motivo en absoluto”. Descubrieron que las personas con puntajes altos en esta escala también mostraban un mayor prejuicio y hostilidad hacia grupos como los inmigrantes indocumentados, a quienes estereotípicamente consideraban una amenaza para su seguridad. Este estudio se realizó entre adultos, pero es fácil ver cómo estas actitudes podrían migrar a sus hijos.
Y para colmo, los primarios negativos ni siquiera ayudan a mantener a las personas seguras. Los investigadores que escribieron en la revista Psychology & Health en 2001 demostraron que un estado general de miedo en realidad puede hacer que una persona sea menos propensa a tomar las amenazas en serio (un mecanismo de autodefensa para controlar nuestro miedo) y socavar el comportamiento de precaución (al degradar la capacidad de abordar el peligro racionalmente).
CONSEJOS PARA LIBERARTE DE ESTOS PATRONES
A los jóvenes no les beneficia que les inculquemos valores primarios negativos. Al hacerlo, podríamos dañarlos haciéndolos menos felices, menos saludables y más intolerantes hacia los demás. Para romper este patrón, los padres, y cualquier persona que interactúe con los niños, deberían trabajar para cultivar una sensación de seguridad.
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Primero sana tú mismo(a).
Los padres pueden alimentar a sus hijos con pensamientos primarios negativos porque ellos mismos tienen esos puntos de vista. Esto es fácil de hacer en un mundo en el que nos bombardean con noticias e información -que los estudios han relacionado con la angustia, la ansiedad y la depresión, incluso cuando las noticias no son específicamente negativas-. Y la investigación muestra que muchos padres transmiten su ansiedad a sus hijos.
Una forma de disipar nuestros propios miedos es simplemente observar los hechos: ser un niño en Chile nunca ha sido más seguro. La tasa de mortalidad infantil ha disminuido exponencialmente desde las últimas décadas. Utiliza este conocimiento para contrarrestar el enfoque implacable de los medios sobre el miedo y el peligro. Si te alivia, podrías incluso imprimir un gráfico y ponerlo en el refrigerador como un recordatorio de lo bien que están tus hijos.
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Sé específico y proporcional.
Los adultos quieren enseñar a los jóvenes cómo mantenerse a salvo frente a las amenazas. Sin embargo, la investigación es clara en cuanto a que una actitud generalizada de miedo en realidad puede hacerlos menos capaces de cuidarse adecuadamente. Si deseas ofrecer a un niño una advertencia para que esté mejor preparado, concéntrate en un peligro específico al que podría enfrentarse y en cómo lidiar con él. En lugar de decir: “La gente intentará aprovecharse de ti en la universidad”, di: “Si alguien está tratando de hacerte beber demasiado, evita a esa persona”.
Cuando necesites mencionar una amenaza, asegúrate de hacerlo en proporción a la realidad. Por ejemplo, al igual que cualquier padre, no quiero que nadie sea cruel con mis hijos. Ellos saben esto… pero creer que la mera exposición a los garabatos o las palabras hostiles significa que están intrínsecamente inseguros no les hace ningún favor. El conflicto social es inevitable, y hacer que lo teman como una amenaza existencial equivale a darles un primitivo negativo, haciéndolos menos resistentes.
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Contrarresta los primarios negativos del exterior.
Casi todos los días en los colegios se les enseña a los niños sobre el mundo peligroso: las personas malas, las destructivas fuerzas de la naturaleza, el sombrío futuro de nuestro país y del planeta. Con tanto discurso sobre oscuridad y ruina, es fácil ver cómo nuestros hijos van transformándose cada vez más en personas pesimistas.
Por lo mismo, es esencial que los padres se dispongan a contrarrestar deliberadamente esa narrativa aterradora. No se trata de vivir en la dulce ignorancia ni engañarlos de ninguna forma; simplemente, intenta poner más énfasis en los comportamientos amables que has presenciado y las formas en que el mundo es más seguro y próspero hoy que en el pasado. Es una forma orgánica de compartirles la creencia genuina de que, en general, la mayoría de las personas son buenas y las cosas están mejorando.
En lugar de enseñarles a nuestros hijos a poner el foco en los valores priemarios del miedo, enseñémosles los valores del amor – que neutralizan el temor y ponen algo bueno en su lugar. Hazles saber que las personas están hechas para el amor: todos lo anhelamos y podemos encontrar algo adorable en casi todas las personas que conocemos. Es cierto que no siempre damos amor o lo aceptamos, porque cometemos muchos errores, pero el amor es todo lo que desea nuestro corazón. Si quieres darles a tus hijos una regla para vivir, el amor es una apuesta mucho más segura.
Por Equipo Espacio Mutuo
Mutual de Seguridad